viernes, 21 de abril de 2017

 VIAJAR A MI INTERIOR

Os invito a hacer un viaje para mí muy especial. Voy a verme por dentro, dentro de mi alma. No va ser un viaje fácil, seguro que hay carreteras buenas y malas, malas condiciones climatológicas, dudas de cuál es el camino, algún pinchazo, alguna avería….
Pero para entender muchas de las cosas que me pasan, hay que ponerlas en un contexto. De esa manera se entienden bien. Yo soy el que soy gracias a pedacitos de muuuchas cosas, de muchas personas, de muchos acontecimientos.
Voy a empezar por presentarme. Muchos de vosotros me conocéis, pero no está de más hacerlo para los que no me conocen tanto, y esforzarme para ello en volver al origen de las cosas.
Soy Miguel Ángel. Mi edad, 49 años, aunque eso no es importante. Soy el mediano de tres hermanos, dos chicas y yo. Físicamente, soy un hombre de complexión fuerte, con unos cuantos kilos de más, calvo, una estatura de 1,72 m, era de pelo castaño, jajaja, ojos marrón-pardos, algo moreno de piel,... No sé qué más contaros. Esa es la parte exterior que todos podéis ver. Ésa que a tanta gente le importa. No creo que encaje en ningún estereotipo de hoy en día. Por lo menos de los​ que nos quieren marcar los demás. Yo también tuve un tiempo en el que dedicaba más tiempo a mi exterior que a otras cosas. Para colmo, soy peluquero de profesión, con lo cual, durante unos años, me importaba más mi pelo, se me hace raro decir esto, que mi interior.
He sido presumido, me gustaba el vestir bien, el espejo era un entretenimiento más,  para tratar de que combinara lo que llevaba puesto. Por cierto, no os he dicho que tengo un defecto de visión distinto del daltonismo, por el que no distingo bien ciertos colores. Soy famoso  en mi casa por preguntar por mis pantalones marrones cuando en realidad son de otro color. Imaginaos si me interesaba estar conjuntado.
Mi madre de pequeño me llevaba como un pincel, me acostumbré a intentar ir casi perfecto en el vestir. No lo conseguía demasiado,  porque cuando Dios repartió cuerpos a mí me dió el que tengo. Pero oye, soy resultón.
También soy famoso en casa por manejarme muy mal con las cosas de cuidarme, por ejemplo, por las veces en que, en vez de crema para después del afeitado, me he puesto algún tipo de crema de mis hermanas o de mi mujer, o maquillaje efecto bronceado. Se empeñan en escribir las cosas en inglés o en un francés que no entiendo y claro… Una vez, sin darme cuenta,  me puse una con brillantina, menos mal que me avisaron antes de salir a la calle, si no imaginaos.
Siempre estaba muy pendiente de lo que los demás pensaran de mí. Sí, confieso que he vivido muchos años de mi vida preocupado por lo que los demás pensaran de mí, sobre la forma de vestir, de pensar, de vivir. He malgastado tiempo y tiempo en tratar ser alguien que no soy yo. Soy camaleónico, me adapto rápidamente al medio. La educación de antes era un poco así, ¿no?. Ser todo eso que los demás esperan de tí: tus padres, tu familia, tus profesores, las personas que te rodean y que te dicen qué has de hacer, cómo vestir, qué comer, dónde ir… Siempre me recuerdo examinándome sobre lo que hacía bien o mal. Siempre subiendo el listón porque pensaba que la gente no estaba contenta conmigo. He dejado muchas veces de ser feliz por el qué dirán, por hacer lo políticamente correcto.
Pero sintiendo como un freno que a veces me ahogaba. Esa eterna pregunta : ¿qué debo hacer?
Pero cómo dije en el prólogo, a mis casi 50 años quiero vivir el resto de la vida que Dios me dé de manera diferente. Quiero miraros a todos de manera diferente, quiero querer a las personas de manera diferente y eso es lo que os quiero explicar en las siguientes páginas.

Soy adulto, en muchísimas cosas puedo tomar decisiones, en otras tristemente tengo que ceder, no puedo ser como Don Quijote con los molinos de viento.
No quiero ser un borrego respecto a muchas cosas de esta sociedad. En adelante, quiero AMAR libremente a los demás sin condicionarme ni su físico, ni su idioma, ni su religión, ni su manera de pensar.  
Quiero hacer con mi vida lo que me dé la gana, siempre que con ello no haga el más mínimo daño a nadie. Como dice San Agustín: Ama y haz lo que quieras.
¿Que meteré la pata? Seguro. ¿Que me equivocaré? También. ¿Que tendré que rectificar cosas? segurísimo. Bien,  ¿y qué?
Nos pasamos la vida buscando la felicidad en cosas, y la tenemos muy cerca, la felicidad está​ en la actitud con la que uno afronta las cosas del día a día. Cuando he hablado con personas que me han dicho que son felices, todas ellas tienen un denominador común, son personas que se dan a los demás, que no tienen casi nada suyo, que lo material les importa un rábano. Personas que no están apegadas a las cosas. Utilizan los medios que tienen para su bien y el de los que les rodean.
Unos cuantos han conseguido que el ser humano se encierre en sí mismo, nos han dividido para que no hagamos piña. Se nos clasifica por clase social, por raza, por religión, por manera de pensar, si somos de derecha o de izquierda, si eres de un equipo de fútbol has de ser casi enemigo del otro… Nos han enseñado esa palabra que le gusta tanto a nuestra sociedad: LA COMPETENCIA. Desde pequeños nos educan para ser el más competente. El mejor de la clase, el que mejor notas saca, el que sabe tocar mejor el instrumento, el que sabe más idiomas. Vamos creciendo, y tenemos que ser el que mejor carrera u oficio tiene, el que gana más dinero, que tiene mejor reconocimiento público. Seguid pensando conmigo: el que tiene más chicas o chicos a su alrededor, o más amigos en las redes sociales, el que mejor cuerpo tiene, el que más viaja, a los mejores sitios y más barato que nadie. El caso es ser mejor que los demás, aunque para ello tenga que hipotecar mi vida y la de los próximos a mí. ¡Cuántos padres hartan de actividades extraescolares a sus hijos con la intención de hacerlos casi perfectos, con una preparación,... Con una preparación para la activitis, por la que la persona acumula y acumula conocimientos en un corto periodo de su vida, con el propósito de ser el mejor: mI niño habla inglés a los 5 años que ni los ingleses, o baila mejor que Sara Baras, o es Cristiano Ronaldo…. Sin darnos cuenta de que muchos niños lo hacen por nosotros, por no decepcionarnos. Pero  puede, y digo puede, que ellos lo que quieran sea pasar más rato con nosotros, haciendo cosas de familia, jugando...Pero la sociedad nos ha inculcado que hay que saber mucho, hay que saber hacer, HAY QUE SER COMPETENTE. La competencia entre las personas acaba por arrinconar al que consideramos más  débil, al que no encaja en el estereotipo que la sociedad marca. Me he sentido infeliz muchas veces por ésto.
SOBRE MI SOBREPESO
Cuando era un chaval, era un poco gordito y mi profesor de educación física pretendía que yo subiese por aquella cuerda a pulso. Mis brazos no podían con el resto de mi tronco, las risas eran generalizadas y mi profesor en vez de ayudar, con sus comentarios aún aumentaba la burla de los demás.
Debido a esta obsesiva competencia entre las personas, dejamos de lado a todos aquellos que consideramos que no encajan de nuestro entorno, por ejemplo las personas obesas. He pasado casi media vida intentando ser lo que los demás me pedían. Miguel Ángel, tienes que adelgazar, así no vas bien. Desde que me acuerdo, siempre he sido un niño, adolescente y adulto gordito. Antes esto era algo que tampoco me daba muchos problemas: alguna broma de mal gusto por los compañeros en el colegio; en el pueblo, las mujeres mayores que siempre te veían gordísimo y además te lo decían sin disimulos. Pero yo hacía mucho deporte y me encontraba perfectamente, así que iba tirando con esos  kilos de más. Pero poco a poco la sociedad ha ido radicalizándose más en cuanto a lo físico, y los comentarios sobre mi barriga, mi papada, mis kilos de más ya no son una simple burla de niños. Nadie se para a pensar que cuando le dices gordo a una persona, le puedes hacer mucho daño. A mí me lo han hecho muchas veces. Las personas que te quieren hacen ver que es por tu bien, y siempre que pueden, hacen esa broma o aquel comentario sobre tus kilos. En vez de aceptarte tal como eres y mirar en tu interior.
Me he pasado media vida entre nutricionistas, dietistas, entrenadores deportivos, todo por intentar ser otro. En ocasiones lo hacía también por salud, pero en mi fuero interno había unas ganas locas de agradar a los demás. Fue pasando el tiempo y empecé a aceptarme tal como soy. Eso sí, de vez en cuando entro en cólera al probarme unos pantalones que no me caben, y entonces me vuelvo a poner a dieta estricta. Con personas con las que he hablado, me explican la soledad que han sentido, a veces la incomprensión, el rechazo. ¡Ojo que no es broma la cantidad de dinero que mueve el culto al cuerpo: dietas, pastillas, entrenadores personales, psicólogos ayudando en las múltiples enfermedades como la bulimia, la anorexia,...
De un tiempo a esta parte yo he decidido hacerlo de otra forma. Intento cuidarme, comer lo más sano que puedo, hago ejercicio, Kárate, camino… Pero no me obsesiono. No voy al Primark, ni intento entrar en aquellos pantalones de cuando era joven, ni me fustigo.
SOBRE MI CALVICIE
Otra valla a saltar ha sido mi calvicie. No recuerdo exactamente cuándo, pero era jovencito cuando empecé a quedarme calvo. Entonces no era como ahora que te encuentras a una persona rapada o afeitada y no lo vemos raro. Las múltiples bromas, para qué contaros, todos con tupes y pelos largos y yo calvito. Mi madre la pobre, se preocupaba de mi falta de cabello y me compraba unas fórmulas magistrales que hacía el farmacéutico, el que con el tiempo llegó a ser mi tío: gotas por la noche, píldoras, etc… Total, para acabar quedándome calvo. No ha sido fácil asumirlo, os lo confieso, pero el tiempo hace que aprendas a sobrellevarlo.
No quiero ser alguien para los demás, si no alguien para mí. Pero os digo que en adelante, no le digamos a nadie calificativos sobre su físico. Acerquémonos a las personas con la mente abierta, sin rechazos de ningún tipo. Sin querer, con un broma, con un comentario, podemos hacer daño a las personas. Puede ser que nunca nos lo diga, pero para mí es triste pensar que por una gracieta mía una persona pueda sufrir. Y un sitio para empezar a practicar es en nuestras familias. No deberíamos permitir ni un sólo comentario sobre el físico de los demás. Ahora hablan del bulling, pero muchas veces eso empieza en nuestra propia casa. Por poner un ejemplo, cuando Diego jugaba al fútbol, pude oir comentarios de los padres a sus hijos como: “ no sé por qué el entrenador no te pone más tiempo y, sin embargo pone a aquel gordito que no tiene ni idea de jugar” o “ qué bien ha salido la actuación del cole, lástima de Pepita, qué patosa, se equivoca siempre”. Comentarios como éstos delante de los chavales hacen imposible que luego ellos respeten a sus compañeros. O también cuando nos oyen criticar a otros por su aspecto físico: “ese es un tripón, no veas como come”. Sólo hagamos el esfuerzo de no valorar a ninguna persona por su ASPECTO FÍSICO


SOBRE MI FOBIA A MI MISMO

Empiezo confesando que no me gusta salir en las fotos. Soy super crítico conmigo mismo. Me veo, feo,gordo,calvo….o mejor dicho me veía. No me aceptaba. Cada vez que hablaba en público, o después de un día con amigos, o de una celebración familiar, venía mi juicio. Con fiscal, defensor y juez implacable. Me examinaba todos y cada uno de mis movimientos, palabras y actos. ¡Qué pesada es esa carga! Era el eterno insatisfecho, y, lo cierto es que  no hacer las cosas con total libertad, te genera un sobrepeso, que produce  “agujetas mentales” durante mucho tiempo. Gracias a los buenos consejos de un amigo y a mi familia, poco a  poco esto se va superando. Hay gente que me dice que no sabía que yo pasaba por este proceso. Y cuando me paro a pensar, veo que no hay mucha gente que me pregunte cómo estoy. A menudo estamos rodeados de muchas personas, convivimos con ellas durante años, son amigos, familiares,... Pero NO LOS CONOCEMOS, presumimos de saber mucho acerca de cómo son los demás, incluso hacemos la pregunta de rigor: Qué tal, cómo estás?, el otro contesta: No me puedo quejar, y aquí paz y después gloria. Creo que seria bueno dedicar tiempo a los demás, crear el clima necesario para que las personas puedan abrir su corazón y expliquen cómo están o cómo se sienten. No se debe dar nada por sentado. En vez de decir después “no me lo podía imaginar, se le ve tan bien” es mejor saber preguntar “¿estás bien? Si me necesitas, cuenta conmigo .

SOBRE LOS GURUS, ENTRE ELLOS YO
Supongo que como todos, en la soledad del coche, o donde sea, yo pienso muchísimas veces sobre mi vida. Pero ahora veo que me he analizado mucho en lo demás!!. Me explico.
Siempre quiero agradar a todos en todo momento. Por otro lado, mucha gente de la que he estado rodeada, me ha dicho infinidad de veces lo que se espera de mí, lo que es correcto, para qué valgo yo, cuál debía ser mi camino. Hablo de profesores, amigos, sacerdotes, etc… Desde bien pequeños estamos rodeados de tanta gente que espera cosas de nosotros,que ven nuestro futuro con una clarividencia que asusta. Todo eso ha provocado en mí, sin que suene a excusa, infelicidad, por no llegar  a las metas que otros parecían esperar de mí.  Cuando era pequeño, mis notas no eran muy brillantes. Pero como en algunos tests psicotécnicos mis resultados eran excelentes, todos pensaban que yo podía llegar lejos, y, si no lo hacía era por ser un poco vago (palabras textuales de algún que otro profesor mío). ¿Dónde tenía que llegar? No se sabía bien, pero lejos. No sé si más lejos que ahora o menos. Yo era y soy una persona dispersa, con lo cual me resultaba, y aún es así, muy difícil concentrarme en una materia. Saqué el graduado escolar con calificación  BIEN alto. Me mandaron al instituto a estudiar, porque entonces el que iba a formación profesional era mal estudiante: ja,ja y ja, ¡qué mal entendida la educación! ¡Qué catástrofe! 1º de BUP se me hizo laaaargo, suspendí un montón de asignaturas. No iba preparado, no digo que el colegio no me preparase bien, pero suspendimos una gran parte de los que allí fuimos.
Me sentía un fracasado. Las burlas de mi profesora de matemáticas a mis malas notas, delante de toda la clase no ayudaban. Que mi profesor de Lengua castellana me suspendiera hasta septiembre, por el simple hecho de ser cristiano y en una charla decir que estaba en contra del aborto tampoco ayudó. Y si a eso le sumamos mi falta de interés, de esfuerzo y de saber dónde iba, se entiende el resto.
Repetí curso, me fue algo mejor, pero segundo de BUP ni lo acabé.
Entonces, una mente privilegiada, me dijo que yo tenía que haber cogido Formación Profesional, y así lo hice. Mis padres me matricularon para hacer electrónica, que parecía que me gustaba. ¡¡De nuevo fracaso total!! Sin excusas, no valía para eso.
Os digo de corazón que el sufrimiento era máximo. ¡Qué especie de inútil era! Me apuntaron a clases de repaso en un buen colegio, que le aconsejaron a mis padres. Muy serios, muy severos, todavía se podia recibir alguna que otra colleja de aquel profesor con pantalones mil rayas sucios, con olor a tabaco rancio, que fumaba como un carretero, encendía un cigarro detrás de otro en clase, con los dedos amarillos del tabaco, mal aspecto, pero de quien decían que era muy buen profesor, y no seré yo quien lo discuta. Ni por esas. Ni con repaso ni sin repaso. ¡Un fiasco!
Guardo de aquella época el recuerdo de mis paseos a la hora del bocadillo, solo por aquellos parques y jardines de alrededor. Me sentía triste, no sabía qué hacer con mi vida. Mi madre entonces habló con el peluquero de la esquina y entré a trabajar con él de aprendiz, lavaba cabezas y barría pelos como si no hubiese un mañana. Al curso siguiente me decidí a aprender  peluquería. Y me saqué el título con buena nota. Me gustaba mucho, cortaba bien el pelo a mujeres y hombres, era bastante bueno con las permanentes y el secador de mano, y me dieron el título también gracias a un recogido tipo Grace kelly que le hice a mi pobre hermana Montse, que tuvo que aguantar no sé cuantas horas de sesión de peluquería. Me sentía feliz, había conseguido algo por mi esfuerzo. Cuando quise buscar trabajo, no tuve mucho problema. Pero no me duró mucho la alegría. Trabajaba mucho y cobraba poco, me explotaban, como era el nuevo. Tampoco duré mucho.
Despues en resumen, trabajé en una empresa eléctrica, de la que me echaron por defender a mis compañeros de un tirano jefe que llevaba en su bolsillo un llavero con la cara de Franco y que nos obligaba a darle la mano al entrar y al salir, pagándonos una miseria y con unas broncas de película.
Después estuve en la fábrica de mi padre, y después comencé mi andadura de comercial. Eso lo dejo para otro día, o un libro….
Gracias a Dios, no me ha faltado el trabajo, me considero una persona trabajadora, pero no he cumplido nada de lo que se esperaba de mí. Todos lo visionarios se equivocaron, yo el primero. Me costó encontrar para qué sirvo, pero ahora lo sé. Quiero trabajar ayudando a los demás. Y, concretamente, ¿cómo?, pues con cualquier trabajo que me permita tener contacto con las personas y ofrecerles mis conocimientos, mis contactos, mi experiencia. La de comercial me permite mucho de eso. Tengo mucho contacto con personas, para mí fundamental, aprendo mucho de ellos y les intento ayudar en su negocio con lo que yo les puedo dar, a veces mucho y otras veces menos. Cada visita que hago a un cliente intento que sea un momento especial, y no sólo venderle algo para obtener un sueldo a final de mes; trato de dar un valor añadido, que sea una visita agradable, una sonrisa, un buen momento.

En eso estoy, intentado ser YO, con mis defectos y virtudes, pero YO, en esencia. No he ganado la guerra contra mi mismo, no creáis, pero voy ganando bastantes batallas. Me siento feliz…. Y voy a intentar con todas mis fuerzas y con la ayuda de Dios, ser un hombre más sincero consigo mismo, más amante de mi mismo. Me quiero querer más. Os parecerá un poco narcisista, nada más lejos de la realidad. El mandamiento de la ley de Dios dice ”Ama al prójimo como a tí mismo”. La caridad y el amor ha de empezar por uno mismo, pero siempre con la mente y el corazón puesto en proyectar ese amor hacía los demás. Os quiero dar lo que tengo, pero para eso he de estar lleno.. No sé si lo expreso bien. Pero si me váis conociendo a través de lo que escribo, acabaréis sabiendo lo que quiero decir.