jueves, 6 de abril de 2017

LA MELODÍA DE MI VIDA: MI GUITARRA

Una parte importantísima en mi vida ha sido la música. A la edad de 16 años un vecino de Alamillo, conocido de mis padres y de mi tío, me propuso que tocara algún instrumento. Mi madre ya lo había intentado antes, teníamos un conocido que era profesor de piano en el conservatorio y le propuso que me enseñara. Yo a la edad de 14 ó 15 años no estaba preparado para eso….me parecía aburridísimo, el señor tocaba el piano perfectamente, pero a mí aquella música tan bien tocada no me decía nada...no me llegaba…Inculto que es uno y más a esa edad que yo sólo pensaba en el futbol y pasármelo bien.
Pero mira tú por donde, mi paisano, que se llamaba Marchena y que era músico y creo que director de la banda de música que había en Alamillo, me propuso que por qué no aprendía a tocar la guitarra. Dicho y hecho, mi tío Cirilo  que tiene el monedero del mismo tamaño que su corazón, grande, me metió en un Renault 5 junto a mi paisano Marchena y nos fuimos los tres a Barcelona en busca de la guitarra. Recuerdo que nos llevó a una tienda que aún existe, creo que se llama La Clave de Sol, y me compró mi primera guitarra, su funda y un libro rojo con la metodología para aprender a tocarla con acordes y con cifra y, lo más importante para mí, sin solfeo. Recuerdo aquella primera guitarra como olía a una mezcla de madera y cola. Las cuerdas eran para mí una cosa que no tenía sentido ninguno, unas más finas, otras más gordas. Las tocaba y el sonido la verdad es que incluso no me era demasiado agradable.
¡¡¡Qué tarde pasé!!! No era capaz de sacarle un buen sonido a aquella guitarra ni muerto, me dolían los dedos, el FA ¡¡¡que difícil!!! Creo que ensayé unas horitas y la dejé por imposible ese día. No recuerdo bien, pero mis padres y hermanas tuvieron que sufrir mucho mis ensayos constantes
Esta es una constante en mi vida, me ilusiono por algo, lo cojo pensando que será fácil y cuando veo la realidad, se me hace cuesta arriba seguir…¡que inconstante! Cuantas veces nos pasa eso, vivimos de pasiones, de sueños, pero cuando la realidad nos pone en nuestro sitio, cuando hay que demostrarnos a nosotros mismos que podemos continuar…cuántos bajones, cuántas deserciones: de responsabilidad, de compromiso. Pero cuánto aprendizaje en todo esto.
Seguí intentando tocar la guitarra, veía a  amigos míos tocar y,mee parecía tan bonito, que seguí un poco más….
He de hacer un agradecimiento en este momento a mi familia. Me aguantó tanto…hasta el punto, un poco escatológico he de decir, que me dio por ensayar en el lavabo. Lo sé, lo sé, qué poco romántico, pero oye, esa resonancia, ese eco…no lo encontraba en ninguna otra parte. Qué paciencia: ¡¡¡Miguel sal ya!!! ¡¡¡Que tenemos que entrar los demás!!! Y yo entregado a mis cosas…de guitarra claro.
Entonces yo me movía dentro de un grupo católico (Fordis) al cual dedicaré un capítulo más adelante, había varias personas que tocaban la guitarra en las actividades, en asilos, en Misa y yo quería ser como ellos. Un día Manolo Espinosa, un paisano del pueblo y un amigo dentro del grupo, nos propuso enseñarnos a mí y a otro amigo mío. Nos daba unas pautas a seguir, y nosotros dos, cada tarde que podíamos, quedábamos para ensayar lo que Manolo nos había enseñado. Poco a poco, aquella guitarra empezaba a no sonar tan mal…Empezamos a tocar nuestras primeras canciones, muy sencillas, pero a mí me parecía maravilloso poderlas interpretar. Me iba solo a Betania por las tardes al lado de la gruta de la Virgen y allí me pasaba horas tocando, dándoles la paliza a las pobres Hermanas Misioneras de Betania. Más adelante hablaré de ellas.
 Iban pasando los años y la guitarra se convertía en un apéndice más de mi cuerpo. Me la llevaba a todas partes: excursiones, actividades, vacaciones. A todos lados. Empecé a tocar en las Misas de Betania, componía mis primeras canciones, en fin, miles de anécdotas con mi fiel compañera.
Un día por la tarde de esas tardes que yo dedicaba en mi soledad a cantar, (me gustaba ir a Betania, sentarme en el coro y con la acústica de aquella capilla, a solas con Dios, hacía un buen rato de oración cantada) decidí que mi música, la que yo interpretaba, no se podía quedar en un simple hobbie, en un simple pasatiempo y, desde aquel día, le prometí a Jesús allí, de rodillas ante aquel sagrario, que mi música sería para hacer el bien a los demás.
Y eso he intentado e intento hasta el día de hoy. No soy un gran guitarrista, no soy un gran cantante, eso sí, soy todo corazón en lo que canto. Sea el estilo que sea y esté donde esté.
Lo doy todo, es mi manera de decirte que deseo que te sientas bien, que tengas paz, que Dios te cuide y te guie.
En uno de los múltiples coros que he formado, les explicaba lo importante de transmitir. Tú puedes ser perfecto en la ejecución, das todas las notas perfectamente, el tempo, los silencios, todo al milímetro, pero si no le pones corazón, es frío como el hielo. Sin embargo, si tú pones todo tu cariño a esas notas, puede que alguna no esté perfectamente ejecutada, pero deja un bienestar en tí y en los demás que pocas cosas como esa te hará estremecerte tanto. A quién no se le pone la piel de gallina con una canción, o vive un momento en que parece que flota.
Mi experiencia me dice que uno transmite de lo que está lleno. Y ojalá sea eso mi vida. Saber transmitir todo lo bueno que siento, todo el bien que me gustaría hacer por los demás.  Transmitir mis vivencias de tantas y tantas equivocaciones y meteduras de pata por mi parte, pero también de tantas y tantas cosas bonitas que me pasan. Mi mujer, mi hijo, mi familia, vosotros mis amigos, la cantidad de personas que voy conociendo y que me enriquecen cada día.
 Quiero volver a la melodía de mi vida. He pasado tan buenos momentos junto a mi guitarra que serían incontables e impagables. Horas y horas ensayando, enseñando a otros como a mí me enseñaron, cantando desde gregoriano, pasando por el toro enamorao de la luna, canciones de tuna, y un sinfín de letras y melodías.
También he sido capaz de querer tanto a mi guitarra, que un día por la noche un chico que iba por la calle me la pidió para tocarla y yo me negué a dejársela, quién era ese tío, con ese descaro. Resulta que no le quise dejar la guitarra a uno de los hermanos del dúo “Estopa”.
Otra persona que ha marcado mucho mi amor por la guitarra y la música ha sido Manuel Ángel. Manuel, es una persona que coge una guitarra y es capaz de animar al más depresivo. Qué tardes en su casa, cantando, buscando melodías, coros, segundas voces…..que bien lo pasábamos. De él he aprendido casi todo lo que sé.” Niño, vamos a darlo todo” me decía. Sólo con mirarnos sabíamos que tenía que cantar cada uno, tiene un oído prodigioso, capaz de escuchar a 15 personas cantando y saber qué tiene de bueno y malo la voz de cada uno. Si tuviese que resumir en algunas palabras a Manuel Ángel sería: sensibilidad a flor de piel.
Capítulo aparte tiene un proyecto que se hizo realidad el año 1996. Llevaba ya unos años cantando en la tuna del club Fordis y me lo pasaba en grande, me gustaba lo que provocaba en las personas y junto con Javier Gascón y Cecilio decidimos crear una propia tuna para dedicarla a pasárnoslo bien y hacerlo pasar bien a todos, los fines de semana. Nos cogimos nuestros instrumentos y nos fuimos a unos bares a Castelldefels a cantar sentados mientras que tomábamos algo. Mucha gente se paraba para escucharnos y se sentaban en la terraza de aquel bar y cantaban con nosotros. El dueño del bar encantado nos invitaba a lo que quisiéramos y nos animaba a ir cuando quisiésemos.. Pensamos: vamos a hacer unas tarjetas de visita y las vamos dando…. Y pusimos el proyecto de la tuna en manos de Dios.
Eso sí como dice el refrán: “A Dios rogando pero con el mazo dando”  ensayábamos dos veces en semana en el colegio de Betania, escuché cintas y cintas de cassette, (para los más jóvenes, era un artilugio de mi época dónde se grababa la música) para buscar las canciones más bonitas, copiar letras, etc.
Una verdadera currada. Hicimos como unas pequeñas normas, los tunos fundadores. Por ejemplo: no podíamos beber alcohol con el traje de tuno, en las actuaciones teníamos que ser simpáticos, pero no groseros, entregarnos a tope “sudar el traje”, participar de los ensayos….y unas cuantas más.
Mientras, conocí a Elsa, una señora del barrio, que casualidad, bueno no creo en las casualidades, era modista, tenía un taller de diseño de ropa. Le propuse si podría hacernos unos trajes de tuno, baratitos, ya que ninguno de nosotros estaba demasiado boyante de dinero.
La propuesta por parte de Elsa fue que si nosotros comprábamos la tela ella nos los haría muy baratitos. Y ahí empezó mi vena de comprador de telas y pasamanería. Recorrí unas cuentas tiendas al por mayor y al final compramos las telas y demás y así Elsa, pudo confeccionarnos nuestros trajes de tuno, negro y verde.
Las tarjetas anteriormente repartidas empezaron a hacer efecto. Nos llamaban para cantar en cumpleaños, en despedidas de soltera, en fiestas de barrios, etc.
¡¡Anda que no rondamos a novias!!…íbamos con el novio la noche antes de la boda a su casa y, por sorpresa, empezábamos a cantar debajo de su ventana, balcón, terraza o en algún caso debajo de un  8º piso (qué gritos para que nos oyeran cantar) y siempre hacíamos dos cosas muy características en nuestras rondas: el novio salía por sorpresa y regalaba un ramos de flores a su prometida, y nuestra canción de “Elsa” rodeando a la novia con una capa de tuno puesta,  nosotros arrodillados en círculo y ella en medio. Se sentían en la gloria, según nos confesaban. Cuántas parejas llorando de emoción, cuánto amor verdadero vimos.
Nos juntábamos en una cafetería de Cornellá (Dolç) y allí calentábamos motores, dispuestos para nuestras primeras actuaciones… Nuestro nombre primero fue la Tuna trovadores, éramos tres, luego cuatro, cinco, y así hasta 12 personas, que fue al máximo que llegamos…. Todos los que la formamos decimos lo mismo, cuánto bien hicimos y cuánto nos ayudó a nosotros. Uno de nosotros, al cual no nombraré, pues no le he pedido permiso, nos confesó que gracias al dinerillo que iba sacando pudo pagar los pañales de su hija. Otro, tampoco nombro por lo mismo, venía de pasar una época fuera de su entorno, probando en otros menesteres y cuando volvió, un poco desubicado, la tuna lo acogió y creo que también le ayudó.
Como buenos tunos cada uno tenía un nombre de guerra, José Luis Gascón “ Pepo”, nos ponía los motes: “ Marmo” por marmota, uno que dormía mucho,”Lucho”, “Céspedes” que era jardinero, etc.  Y yo, “Tutto Morricone”, cosas del “Pepo”.
Cobrábamos muy poco dinero por actuación y así podíamos seguir haciendo más trajes, comprábamos instrumentos y teníamos nuestros gastos cubiertos, pero sudábamos tinta en cada actuación. Empezábamos los Viernes por la tarde y acabábamos a las tantas y el Sábado por la noche otra vez. Siempre respetuosos con todos, siempre alegres...llegamos a cortar calles por la policía, todos los vecinos bailando, despertábamos a urbanizaciones enteras contratados por el ayuntamiento, concluimos un congreso médico en Vic, y así cientos y cientos de actuaciones en las que en todas, nos daban las gracias por lo bien que les habíamos hecho sentir. Eureka!! Objetivo conseguido. Utilizar la música para hacer el bien.
Eran famosos nuestros brindis, los cuales íbamos aprendiendo de otras tunas o de gente que nos los enseñaban. Uno era:
Tunos, estamos todos? ……. Estamos
Cual caballeros………………….Cumplimos
A las mujeres……………………. Amamos
Con los hombres………………...Nos batimos
Tuna porque el que bebe………se emborracha
El que se emborracha…………..Duerme
El que duerme……………………..No peca
El que no peca………………………Va a al cielo
Puesto que al cielo vamos………Bebamos, bebamos, bebamos.

Merece la pena mencionar una actuación en el Hotel El Rancho, una boda como nunca vimos una. Dos familias enfrentadas, los novios llorando del mal ambiente que había entre dichas familias, el hombre que nos contrató quería pagarnos y que no actuáramos porque no estaba seguro qué pasaría. Después de pensar un momento y hablado con los demás tunos, les propuse que entrásemos e intentásemos hacerles pasar un buen rato. Total, lo peor que podía pasar es que nos echaran de allí de alguna manera. Bueno, era una cosa que no nos había ocurrido, un aliciente más. Con más miedo que vergüenza, me puse el primero, a mi espalda “el marmo” Javier Gascón, delante el pandereta. Tunos, grité, preparad la canción de “Las cintas de mi capa” y que sea lo que Dios quiera, ponedle corazón.
Y así entramos, cantando a voz en grito ante la sorpresa de todos los presentes, novios incluidos. Acabó la primera canción y… Unos tímidos aplausos, dos o tres. Tunos a por otra y así iban cayendo una a una varias canciones, ya se veían volar servilletas, alguno nos acompañaba con palmas… tunos vamos a por la conga!! Conseguimos ponerlos a todos de pie,  Muriana (otro tuno) dirigía la conga, el novio y la novia le seguían, después los invitados.
Estuvimos casi 1 hora cantando, nos lo pasamos fenomenal. Al acabar la actuación, los novios abrazados a nosotros llorando, las familias bailando entre ellos , todos dándonos las gracias de una manera que no olvidaré jamás mientras viva. Eran unas gracias, tan sinceras, tan de corazón, que no pudimos más que emocionarnos nosotros también.
Fue una inyección de hermosura como hay pocas...sentirte tan bien, haciendo el bien…..Estábamos destrozados, sudados, habíamos pasado muchos nervios, pero la cara de aquellos tunos, la mía incluida, merecía todos los sudores del mundo…..
A cosas como éstas me refiero cuando digo el bien que hicimos. Conocimos a Gloria una voluntaria de la cruz roja que nos mandaba a cantar a distintos sitios de personas mayores, discapacitados etc. Qué época más bonita, cuántas sonrisas, cuántos agradecimientos. Cuántos buenos momentos. En una actuación había una chica parapléjica, yo veía lo bien que se lo estaba pasando. Al final me acerqué a ella  y mantuve una conversación con ella, lo que me dijo no se puede pasar por alto.” Por unos momentos, habéis logrado que no recordase que  vivo en una silla de ruedas, he flotado” qué mejores cosas te pueden pasar en la vida que estos momentos. Aunque fuese un ratito, sólo a una persona de aquel público a quien hicimos feliz, ya vale la pena.
Aquí también he de mencionar lo mucho que se” liga” siendo tuno. Tenía un club de fans muy considerable, la media de edad era de unos 70 años. Qué abuelas más buenas…cuantas batallas nos explicaban, MOMENTAZOS para no olvidar.

Han pasado algunos años desde que decidimos no seguir en nuestra tuna. Nos íbamos casando, niños, más trabajo, la edad que no perdona… Eso sí, cuando nos vemos, nos abrazamos como hermanos y es que lo somos de verdad, de corazón.

Eso es devolverle a la vida lo que la vida te ha dado, o mejor dicho, poner al servicio de los demás los dones  que nos da Dios.
Ya sé que nadie me ha pedido el consejo, pero yo os lo voy a dar, soy muy cabezón pero maravillosamente imperfecto…
Dedicar la vida haciendo el bien, es lo que más merece la pena. Haz el bien en tu casa, con los tuyos, ámalos con todo, sus defectos, sus virtudes, ámalos, disfruta de las personas que te rodean, sonríe, abraza, sé feliz y haz felices a los demás y cuando acabe cada jornada, da gracias a Dios y respira profundamente, date un abrazo a tí mismo/misma…eso es un buen pedacito de cielo…y tú te preguntas dónde está el cielo? En esas cosas. En pasar haciendo el bien.
Un rinconcito de sinceridad: En todo esto hay un poquito de egoísmo, lo he de confesar. Me siento tan bien yo haciendo el bien, que no quiero parar. Es un círculo cerrado: como me siento bien, hago el bien, y viceversa.
“Ama a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Cómo voy a  amar a alguien, si no sé amarme a mí. Eso ha sido una constante en mi vida, todo lo bueno para los demás y mientras yo flagelándome de que siempre era poco, de que podía mejorar…puede ser que me he exigido tanto a mí mismo  que en algún momento me hubiera faltado disfrutar más.

En los años siguientes he seguido con mi guitarra, acompañando, bodas, comuniones, celebraciones… He de mencionar a mis gemelitas, Elena y Neus. Dos niñas adorables que me ayudaban con sus guitarras o con sus flautas o cantando en muchas de ellas. Ahora, ya adultas las sigo queriendo como si fuesen dos hermanas y de vez en cuando nos juntamos y seguimos cantando. Y agradecer a tanta y tanta gente que no sé si cabrían y que por miedo a dejarme alguna prefiero no nombrar. El grupo Voces Unidas, mis dúos con Javier Gascón cantando, Anduriña,…
También me atreví a organizar un coro con los compañeros de trabajo. Como lo leéis. Muchos no habían cantado así en un coro, pero íbamos quedando en casa con ellos, ensayábamos, cantábamos, nos lo pasábamos pipa. Hicimos nuestro propio repertorio. Qué tardes de cantar, bailar y reírnos.
Apenas llevábamos un tiempo siendo compañeros y nos hicimos inseparables gracias a la música. Incluso ensayamos y cantamos todos juntos en la comunión de mi hijo Diego. Que serios estaban, cuantos nervios. Pero lo hicieron genial!!!! Y en la boda de Muriana!! Aunque ya no seguimos con el coro por distintos motivos, seguimos siendo compañeros y no podremos olvidar esos momentos, tan buenos para mí y yo creo que también​ para ellos.
Actualmente, estoy dando clases de guitarra, unos 12 o 13 adolescentes y unos 5 o 6 niños y a Antonia una mujer con mucho tesón. Me ayuda un gran amigo, Juan Carlos Segura y mi hijo. Si hijo Diego ,que ha decidido tocar también la guitarra y ayuda a sus amigos  a aprender.
Gratis, por si alguien se quiere apuntar, lo que gratis recibí, gratis lo he de dar...Dándoles todo lo que yo he recibido estos años. Los miro y me veo yo hace 35 años…35 añazos ya.
Me veo jubilado,  montando un coro de jubilados cantando villancicos o canciones regionales…jejejeje, se aceptan solicitudes
Ya veis, en mi cabeza o  una gran parte de ella, está llena de música. Mi hijo Diego dice que siempre tengo una canción para cada frase que decimos...me tengo que moderar.

Mientras el cuerpo aguante y la garganta, creo que os seguiré dando la lata: Aquí un cantarín, aquí un trovador, aquí alguien dispuestos a llenaros el corazón.


viernes, 31 de marzo de 2017

UN NUEVO MUNDO: SER PADRE, UN AMOR DE HIJO
Otro plato fuerte en mi vida ha  sido ser padre. Quiero hablaros con la mayor sinceridad, siempre desde el corazón.
El día que nació Diego, 25 de Mayo del 2002, fue un día raro. Lleno de emociones encontradas. Me explico. Salimos por la mañana dos de casa, Pilar y yo. El ginecólogo nos había citado a las 9h en el hospital para una cesárea programada. Sobre las 14,50 nació Diego, me lo pusieron en los brazos y fue un momento maravilloso y, a la vez, raro. Me quedé inmóvil, no sabía qué tenía que hacer con aquel niño que se chupaba el dedo y lloraba. Sí, lloraba y mucho. Le pusieron nada más nacer un gorrito y una manta térmica para que no perdiera calor y así me lo entregaron. Nació con unas manchitas en el bracito y el entrecejo, unos angiomas. Confieso que tardé en reaccionar, había leído tanto sobre el momento del parto, recordaba tantas y tantas anécdotas de lloros, gritos y emoción…. Y yo, allí, inmóvil, sin saber qué hacer. ¡Qué imbécil!  Xavier Buxó, el ginecólogo amigo nuestro que nos atendió durante el embarazo y el parto, me dijo: “¡Ya eres padre!”. Entonces reaccioné, abracé a Diego y se lo puse encima a Pilar, ¡qué momentazo!
Era pequeñito, más de lo que medían las ecografías, que nos hacían esperar un niño gordito, pero fue un niño más bien largo, pero no muy pesado.
Se lo llevaron para lavarlo y hacerle las pruebas  de neonatos, y nosotros nos instalamos en la habitación. Nació en el Hospital de Barcelona, en esto Pilar me dejó decidir. Fuimos por privado, o sea de pago, con los antecedentes de Pilar de su cáncer y demás, quería que estuviese lo mejor atendida posible y así fue.
A Pilar, le pusieron unos puntos  y varias grapas en la incisión que le habían hecho, y a descansar. ¡Qué valentía tienen las mujeres para ser madres! Es de admirar. Muchos de nosotros, hombres, con mucho menos, estaríamos quejándonos como si no hubiese un mañana.
Más tarde, subieron a Diego lavado y peinado, era muy guapo, tan pequeño, tan indefenso. Estábamos alucinando mirándolo, cuando de repente nos bajó a la realidad: ¡cómo lloraba, qué pulmones! ni Plácido Domingo... Ya sé que pensaréis que exagero, pero os pondré un ejemplo para que veáis lo que lloraba: las enfermeras de la nursería se lo llevaban el tiempo justo para pesarlo, lavarlo y nos lo traían enseguida  a la habitación, porque tenía a los demás recién nacidos alborotados con sus gritos. Eso sí, era el más espabilado. Al tercer día de estar en el hospital, lo tumbábamos boca abajo y mantenía la cabeza erguida perfectamente con los ojos bien abiertos, no se quería perder nada de lo que pasaba.
A raíz del nacimiento de Diego, me envolvió una mezcla de sentimientos, que no sé muy bien cómo describirla. Habíamos llegado dos, y nos marchábamos a casa tres. Ser padre es maravilloso, pero lleva implícita una serie de responsabilidades que me cayó como una especie de losa encima: mantener a la familia, saber educar al niño, etc., y padre se es para toda la vida. Sería yo capaz de llevar adelante todo eso?
Volvimos a casa después de 5 días. La familia estaba encantada. Diego es el único, sobrino y nieto por parte de mi familia.
He de reconocer que los primeros meses fueron durísimos, sobre todo por la noche. Diego no podía dormir bien, según decían los médicos su intestino estaba poco maduro y, al comer, le dolía mucho la tripita. Y lloraba y lloraba, no podíamos descansar…fue muy duro. Por lo demás, era un niño muy bueno, se reía muchísimo, era muy vivo.
Aprovechamos nuestro gusto por la música con él, le cantábamos nanas para dormir, lo tranquilizábamos con musiquilla. Yo lo bañaba cada tarde, estábamos los dos deseando que llegase la hora. Lo bañaba los primeros meses en la pica del lavabo que era muy grande. ¡Cómo le gustaba el agua, qué manera de salpicar! Pilar lo cuidaba todo el día, y ese era nuestro ratito de padre e hijo.
Pilar había trabajado hasta que se le acabó el contrato, justo cuando nació Diego. Entonces me propuso trabajar en casa cuidando de Diego y no dejarlo en ninguna guardería o implicando demasiado  a otras personas en su cuidado.Y así lo hicimos. Eso significaba que el único sueldo que entraría en casa era el mío. Vivíamos de alquiler y con un sueldo sólo teníamos el dinero justo para pasar el mes. Voy a ser más concreto. Yo cobraba 1200 euros al mes, pagábamos de alquiler 400, o sea que teníamos que pasar todo el mes con 800. Ibamos justos, no, lo siguiente.
Pero éramos muy felices. Pilar, trataba de administrar el dinero que teníamos, y aún nos daba para salir los sábados al campo o a la playa. Eso sí, nada de restaurantes, los bocatas de Pilar y el pecho para él o papillas preparadas por ella para la ocasión.
Oye, ¿por qué cuando somos padres nadie nos da un libro de instrucciones? Cuando los niños son pequeños y lloran, has de interpretar lo que les pasa: caca, pipi, hambre, fiebre, los cólicos,… Yo no sé vosotros, pero yo pasaba unos nervios que tela. Pilar, como siempre con más sentido común que yo, me tranquilizaba y me ayudaba a no alarmarme ni ponerme histérico.
Me gusta mucho recordar mi regreso cada día del trabajo, cuando él tenía pocos meses. Yo llegaba a la portería donde vivíamos, picaba en el timbre y Pilar lo sacaba a la escalera. Era un 5º sin ascensor, yo desde abajo le silbaba y él se ponía súper excitado y nervioso, esperando a verme. Cuando yo llegaba al piso, estaba esperando en el descansillo, con una sonrisa que le ocupaba toda la cara y unas ganas de verme, que eso le quita el sentido al más plantado. Aunque cansado del trabajo, me tiraba al suelo para jugar con él. Me he perdido muchas cosas importantes, profesionales, partidos de fútbol interesantísimos, convenciones, etc. y a todos les decía lo mismo: quiero estar con mi familia. Así eran nuestros ratos. Mientras, Pilar aprovechaba para hacer cosas que no había podido hacer por estar al cuidado de Diego.
Un acontecimiento de los primeros meses de Diego que me marcó fue el momento de cambiarlo de habitación, más o menos a los 5 meses. ¡Qué decisión! A nosotros nos pareció lo mejor para todos, pero a Diego, rotundamente no. ¡Qué manera de llorar, qué gritos, qué pulmones! Cómo éramos padres primerizos sin ninguna experiencia, empezamos a preguntar qué hacer y nos aconsejaron el método Estivill. No sé si lo conocéis, pero yo llegué a pensar que era un método de tortura nazi. El método en cuestión  consiste en ir espaciando el momento de entrar  a ver al niño, mientras él no para de llorar. Se trata de no reaccionar según él espera con su llanto. Mi cara era un poema, cada vez lloraba más fuerte y yo quería salvarle, pero no debía; es una lucha psicológica entre los padres y el niño. Pasamos unas noches, cómo lo diría para no ser grosero…matadoras. Cuando por fin conseguíamos que se durmiera, nosotros estábamos para el arrastre.
Al final vencimos, aunque cada vez que había vacaciones o se ponía malito, después teníamos que hacerle un recordatorio.
Diego era encantador, siempre sonriendo con la boca abierta, llamando la atención de los todos, pero sin ser pesado. Empezó a andar muy pronto. Menos mal. Antes de caminar a ratos iba en un taca-taca y corría por el pasillo como Fernando Alonso. Recuerdo cómo giraba para dar la vuelta en el pasillo, era un panzón de reír.
Pilar lo acostumbró a todo, comía de todo, le gustaba todo. Jugaba, se divertía, a pesar de ser hijo único, jamás lo veíamos aburrido.
Empezó a comer solo muy pequeñito, le poníamos en una sillita cogida en la mesa y mojaba sus galletas en leche que era un primor.
Sus juguetes preferidos eran palos de madera a los que él, con su imaginación, les daba diversas utilidades. Todo le fascinaba. Pilar con paciencia le explicaba todo sobre los bichos, las plantas, ventaja de ser bióloga. Por las noches, leíamos cuentos  y rezábamos con él, ¡qué buena era esa hora de estar metidos los dos en su camita! No lo cambio por nada. Me habían hecho alguna buena oferta para cambiar de trabajo, pero en cuanto me ofrecían más dinero a cambio de viajar, lo tenía clarísimo ¡NO! Sólo iba a tener una oportunidad de ser padre, y os aseguro que la quería aprovechar al máximo.
Diego iba creciendo y siempre hacíamos muchas cosas los tres juntos. Nos lo llevábamos a todos sitios, se amoldaba perfectamente. Lo que más le gustaban eran los animales. Y esas eran nuestras excursiones. Ir a sitios bonitos, si podía ser, donde Diego viese animales. Cuando viajábamos a Francia, a él lo que más le gustaba eran los hoteles y el  Quick, una especie de Burger King, pero francés. Era una risa verlo jugar con niños franceses, sin tener ni idea del idioma, pero, cosas de niños, se entendian perfectamente.
Siempre ha sido un todo terreno.  Recuerdo otro día en Diciembre en que estábamos en la puerta de un Mercadona recogiendo alimentos para los pobres, y no nos podíamos ir, hacía frío y no teníamos comida para él. Pilar lo abrigó bien, entró en el Mercadona y ese día comió un potito frío...Él estaba con una juerga, encantado. Andaba lo que hiciera falta, sin cansarse. Cuando se caía, era más duro que el cemento, enseguida se levantaba, se sacudía y seguía.
Fue creciendo y empezó p3 en el cole. El primer día, para mí fue como ir al matadero. Se quedó llorando, no quería ir al cole sino quedarse con nosotros. Y yo, como un padre súper protector, pensaba que aquellas profesoras y el sistema eran cosa de brujas.
Fueron sonados los siguientes días, se agarraba de mi pierna y no quería soltarse, me gritaba: ¡papi, no me dejes aquí!, ¡papi, que me voy a portar bien! Yo me iba a casa como si hubiera hecho algo gravísimo! ¡Dejar a mi hijo en el cole!
Cada noche me acostaba con él en su cama y durante un buen rato leíamos a Mortadelo y Filemón, nos reíamos muchísimo. Muy pronto empezó a leer sin que nadie le enseñara, y él hacía de un personaje y yo de otro. Y un día su señorita nos llamó para decirnos que quería hablar con nosotros, fuimos con cara de preocupación y nos preguntó:¿sabéis que vuestro hijo lee letra minúscula sin que le hayamos enseñado? Respondimos que sí, en casa leía los cuentos en letra minúscula con nosotros. Ella extrañada, nos comentó que ninguno en clase leía todavía, nos encogimos de hombros y nos marchamos, no sin antes, darle las gracias. Diego ha ido siempre en algunas cuestiones muy adelantado.
Sucedió que, con 4 años, un vecino le había gastado una broma pesada con su perro, y consiguió que Diego le cogiese pánico a los perros. Decidimos entonces comprarnos uno, y después de mucho deliberar, nos decidimos por un Golden Retriever. Lo fuimos a comprar al Montseny y lo trajimos pequeñito. Diego lo bautizó con el nombre de Blinki, por el protagonista de unos dibujos animados que  le gustaban mucho. Blinki todavía está con nosotros, es uno más de la familia. Viene con nosotros a todos sitios. Con su carácter se hace querer: cómo recibe a las visitas, cómo trata a los niños que vienen, es un encanto de perro.
Diego era un niño feliz, cuando sucedió algo que no quiero pasar por alto, y que nos marcó a toda la familia. Unas semanas antes de cumplir 6 años, empezó a decir por la noche que no quería ir al colegio, nos costaba horrores que se durmiera, empezamos a notar cambios que nos preocupaban, hasta que nos enteramos de que había un niño le pegaba. Eran pequeños, tenía todavía 5 años, y un compañero suyo de clase había puesto sus ojos en él y no le dejaba en paz. Pasamos un calvario que no hemos podido olvidar. Diego sin querer ir al colegio por miedo a ese niño; la profesora, como pasa en estos casos, negándolo todo; el colegio, mudo. No sé cuántas reuniones tuvimos para tratar de que cambiase la situación. La profesora intentaba defender lo indefendible, sentíamos que el niño que protegían era el otro. Parece ser que era un niño que estaba yendo al psicólogo, y según ellos ya se estaba solucionando el tema. Pero nuestro hijo volvía a casa llorando contando que le había tirado el desayuno por la espalda, o pegado una colleja o alguna cosa más. A espaldas nuestras, la psicopedagoga del centro, en una maniobra que jamás entenderemos, hizo un interrogatorio a nuestro hijo, con esa edad, con preguntas más destinadas a culparnos a nosotros que a solucionar el problema. Monté en cólera, fui al colegio y monté un pollo importante. Ahora parecía que nosotros éramos los problemáticos.
Los colegios no quieren líos, a veces o no saben o no tienen los medios para solucionarlos, intentan taparlos, ridiculizando o frivolizando el sufrimiento del niño que lo pasa mal y de sus padres. Diego comenzó ciclo con otra profesora, y pasó dos cursos bien con ella, parecía que aquella profesora controlaba mejor la clase y el tema empezaba a solucionarse; pero al siguiente ciclo volvió a tener la misma profesora y pasamos un curso muy tenso con ella. Diego ya era más mayor y buscábamos entre los tres la manera de que no nos hiciera daño. Teníamos claro que la profesora lo hacía mal y no iba a cambiar, así que la decisión al final de ese ciclo fue cambiarlo de colegio. Mano de santo, se acabaron los problemas y las tensiones. Desde entonces mi hijo volvió a ir feliz al cole y volvió a ser un alumno brillante.
Un consejo que os doy es que estéis atentos a los signos que dan los niños. A él no se le han olvidado los episodios que he narrado, a nosotros tampoco, pero no han dejado en él ninguna secuela, gracias a Dios.
Nos cambiamos de lugar de residencia, todo era muy nuevo. Seguía siendo un niño encantador, alegre, soñador. Enseñé a mi hijo a jugar al fútbol, a montar en bici, a saltar a la comba, etc., como cualquier padre. La parte de los estudios la llevaba su madre. Yo era el de las físicas. Diego iba creciendo y nos pidió jugar al fútbol. Eso hicimos, lo apuntamos y nos sacrificamos durante dos años para que él fuera feliz haciendo lo que quería. Tenía dos días de entreno a la semana, partidos los sábados a horas intempestivas, con frío y lluvia, pero estábamos a su lado. Cada tarde iba con él a jugar al campo de fútbol, le enseñé a jugar de portero, que era lo que a él le gustaba. Aproveché mis años de portero de balonmano y de fútbol sala para pasarle mis conocimientos y dedicarle tiempo con un gusto increíble, quitándome de mis cosas, y...con cansancio al día siguiente, pero ¡bendito cansancio! Cuando le cambiaron de categoría, no le gustaba el ambiente y decidió dejar el fútbol. Respetamos su opinión…Tengo que ser sincero…¡qué alegrón! ¡Se acabaron esos madrugones los sábados!
Otro capítulo muy importante fue su comunión. Queríamos que fuese un día muy importante primero para él y segundo para todos nosotros. NO queríamos que la hiciese por sus regalos, o por su traje, o porque los demás la hacen. Siempre le hemos inculcado que las cosas hay que hacerlas de corazón, sabiendo bien lo que se hace, conforme a su edad, claro. Y así tratamos de hacerlo. Pilar le diseñó y cosió un alba blanca, sencilla y muy bonita, una cruz mediana, también sencilla, con un cordón sin oro, ni nada que estorbara ese día. La primera comunión la hizo durante una Misa para él, los familiares y los amigos. Sencillez era el lema. La preparamos a su gusto. Nos pidió leer una lectura de la Misa y,  así se hizo, a sus 9 años leyó perfectamente un fragmento de una carta de S. Pablo. Pilar y yo nos encargamos de los cantos, junto con el coro formado por amigos y compañeros de trabajo de Ken. Las canciones, muy bonitas, a todos le salieron muy bien las voces, fue una gozada.
La celebración la hicimos en casa, unas 72 personas, un pica-pica y la guitarra. Nos lo pasamos muy bien. Diego disfrutó muchísimo de sus abuelos, yayos, tíos y primos y de todos sus amigos y de los nuestros. El pastel lo había hecho Pilar decorado con pasta de azúcar, era espectacular,  y a Diego le encantó.
La cruz que llevaba la guardamos y, ese mismo verano, fuimos a Lisieux a llevarla a Sta. Teresita para darle gracias por todo. Era la tercera vez que viajábamos allí: de novios para pedir su intercesión, de casados con el ramo de novia, y ahora con la cruz de la comunión de Diego. Alguna más tenemos pensada para el futuro.
Desde entonces ya han pasado casi 6 años. ¡Qué rápido pasa el tiempo! He tenido que seguir aprendiendo a ser padre. Me vais a entender todos los que tenéis hijos. Van creciendo, ya no son niños, tampoco adolescentes, ni adultos, pero ellos se sienten mayores. En fin, una continua adaptación mutua. Nunca ha sido demasiado problemático, como todos, con sus defectos y virtudes. Siempre hemos preferido razonar las cosas con el. En asuntos económicas siempre le hemos educado en la moderación. Cuando todos en su clase tenían la playstation, el no. La compramos de segunda mano cuando ya no era tan novedosa y la economía familiar se lo pudo permitir. No tenía móvil, ahora con casi 15 años, comparte el móvil conmigo. Cuando realmente lo necesita, se lo lleva. Si no, lo tenemos en casa. Os puedo asegurar que no es racanería nuestra. Es que con un sueldo hoy en día no se pueden hacer milagros y porque nuestra manera de vivir siempre ha sido esta, moderación, vivir con lo necesario, con sencillez. Si  conocéis a Diego es un chaval feliz. Sin muchas de las cosas materiales que tienen amigos y compañeros suyos. A cambio, intentamos darle otras, por ejemplo, tiempo para estar juntos (sí, aun siendo un adolescente de 15 años, seguimos haciendo cantidad de cosas juntos). Una de sus mayores ilusiones era visitar lugares que salían en su juego preferido de la PlayStation: Call Of Duty, ambientado en la II guerra mundial. Dicho y hecho. Pilar montó una ruta siguiendo el juego: fuimos con él a  Normandía a las playas del desembarco, a Pointe- du-Hoc, Saint-Mère- Eglise, etc. Estaba súper emocionado, y nosotros también viendo su entusiasmo y su ilusión cuando hablaba, explicándonos cosas en los museos, en el cementerio americano que tanto nos impresionó. Dejadme que os explique una de tantas cosas que vimos. Había una familia con un señor muy mayor poniendo flores en una de las miles de tumbas que hay de soldados que murieron en el desembarco. Pocas veces he sentido un silencio así, por la edad del señor  debía un excombatiente. Los tres estábamos en shock. Los paisajes normandos son maravillosos, todo verde, bosques impresionantes. Dormíamos en una casita muy bonita, con burros, gallinas etc. en medio de la campiña francesa, de película. Comíamos de bocata o de mercados de la región, cosas muy ricas y sencillas: pan, queso, fruta, paté...
Veis lo que os quiero transmitir. A Diego le encantó, no tiene lo último en tecnología, no tiene lo último en ropa o en calzado; pero hemos procurado que tenga cosas que creemos que le van a enriquecer toda su vida: conocer gente nueva, otras costumbres, otra gastronomía, apreciar lo sencillo, la naturaleza,...Me gusta aprender a vivir sin que las cosas me aten: poder prescindir de todo lo material, que es eso, material; y cambiarlo por cosas que se toquen o no, “alimentan” el espíritu: una flor, una fruta fresca, una buena comida, un trago de aquel vino, o de aquel agua, un rato de oración sincera, un abrazo, observar un amanecer o atardecer, darse a los demás, etc. Eso es lo que intentamos transmitir a nuestro hijo. Yo voy aprendiendo a ser padre así. No quiero dar una lección a nadie, cada uno conoce su realidad y toma sus decisiones.
No nos pide dinero nunca. Hace tiempo quisimos darle un dinerillo para que aprendiese a gestionarse, pero al final nos dijo que él iba ahorrando de los que le daban en sus cumpleaños y que  sólo nos pediría si necesitaba algo. Hablamos muchísimo los tres, es un chaval muy consciente de todo. No siempre estamos de acuerdo, así que intentamos llegar a un punto común.
Otra cosa que hago a menudo es pedirle perdón cuando me equivoco. No me duele en prendas reconocer que le he regañado porque yo tenía un mal día. Automáticamente le pido perdón, le doy un beso y un abrazo. Sí, yo pido perdón a mi hijo. Soy imperfecto como padre y si meto la pata, creo que es de justicia reconocerlo. ¿Qué hace él? también tiene días y momentos malos, y él también, sin dejar pasar mucho tiempo, viene y nos pide perdón con un beso y un abrazo. Es lo que ve en el día a día. No somos una familia modélica, cometemos muchos errores, discutimos, nos enfadamos, la cagamos. Pero tenemos una cosa muy buena, nos queremos mucho. Y eso, amigo, eso es lo más importante. Tratamos de solucionar nuestras cosas, a veces con nuestros criterios, otras usando los consejos de otros, pidiendo siempre a Dios la luz para saber qué hacer.


Este verano quiso aprender a tocar la guitarra. Prometo que aunque yo la toque y su madre también, nunca le incitamos a ello. Cuando lo pidió, le dejé una guitarra vieja mía y con ella aprendió. Una vez más, como cuando era más pequeño, he estado a su lado enseñándole; pero, como siempre, el “alumno” se lo ha currado, lo ha conseguido por sus propios medios. Ante un esfuerzo así , no queda otra que premiar su determinación: “Ya sabes tocar, ya puedes tener tu propia guitarra”, regalada por la familia para el día de Reyes. Una guitarra que espero le dé muchas alegrías. Ahora nos ponemos a tocar los tres y disfrutamos muchísimo. ¡Es una gozada!


Espero, haber podido transmitir lo que quería:
Que ser padre, aunque me hace sentir una responsabilidad que a veces me supera, es lo mejor que me ha pasado, después de conocer a Pilar.
Que ser padre es una aventura maravillosa.
Que tengo una gran mujer que, mientras aprende a ser madre, me ayuda a ser padre.
Y que tenemos un hijo maravilloso, imperfecto, pero yo creo que muy feliz. Un hijo que aún es muy jóven, pero quién sabe si, dentro de unos años, y si Dios quiere, el mismo os cuente cómo me va como padre.

Un besazo a ese grandullón de casi 15 años, del que estoy y estamos tan orgullosos: Diego.

viernes, 24 de marzo de 2017

 EL “PILAR QUE SOSTIENE MI VIDA” MI MUJER, PILAR

Érase una vez...así empiezan todos los cuentos. Y lo que a continuación os voy a contar es eso en muchos momentos, como un cuento.
Yo estaba ayudando en una parroquia de Barcelona a un sacerdote, que me había pedido ayuda, el padre  Esteban. Yo estaba pasando por un momento no muy bueno. Vivía solo y económicamente iba justísimo, por no decir que iba mal. El me ofreció ayuda económica y yo a cambio le ofrecí mi ayuda. Llegué a una parroquia con poquita gente, algún niño y algún joven. Mi tarea era organizar todo aquello, darle un poco de forma a lo que había. Tuve toda su confianza para hacer los cambios que estimara oportunos. Llegué, como siempre con mi guitarra, y dispuesto a gastar mis energías en ese proyecto. Poco a poco, aquello tomaba forma, una reunión de jóvenes, un club infantil, un coro de guitarras…
Lo pasaba genial e hicimos un grupo que aún hoy nos vemos o nos hablamos y ninguno de nosotros ha podido olvidar aquella aventura. Hacíamos excursiones, cenas, fiestas, convivencias y muchas cosas más….
Un día​, el padre Esteban me comentó que había visto a una chica en las misas de diario, que le parecía buena chica, que por qué no la invitaba al grupo. Me puse manos a la obra, y en cuanto la vi, la invité. Me pareció una chica muy maja, simpática y agradable. Me dijo que vendría sin problema y ahí empezó nuestra relación como amigos. Pasábamos el tiempo entre los chicos, los niños, además cantaba bien y tocaba la guitarra como yo. Había sido muchos años monitora de niños y jóvenes en campamentos en Aneto, malagueña y con un curriculum que quita el sentido. Recuerdo que cuando le preguntaba, ella con su humildad característica, me decía lo justito, doctora en bioquímica y biología molecular. Estaba alucinando. En el medio en el que yo me movía estaba rodeado de gente súper trabajadora, amigos con carrera de magisterio, etc.. pero una Doctora, eso me imponía.
Se encargaba conmigo de organizarlo todo. Eran famosas nuestras reuniones con el Padre Esteban hasta las tantas decidiendo cosas. Aquella chica me iba cayendo fenomenal. Guapa, simpática, culta, divertida, sabía coser, cocinar, cantar...Demasiada perfección? Sería una chica real?
Poco a poco pasaba el tiempo y mi relación con Pilar era cada vez más estrecha. Quedábamos para comer o cenar y organizábamos cosas y charlábamos de nuestras cosas.
Me contaba su pasado, me hablaba de su familia, en fin de todo lo que le gustaba y preocupaba. Y yo que siempre me he considerado Superman al rescate, le ayudaba con mis consejos lo que podía.
He de reconocer que aquella relación cada vez era más y más satisfactoria. Empezaba  a ver a Pilar de una manera diferente. Por la noche la acompañaba a su portería para que no fuese sola y ya empezaba yo a ver sonrisillas en aquellos jóvenes del grupo que tan bien me conocían.
Años después, nos reconocían que veían que hacíamos buena pareja.
Confieso que estaba deseando que hubiese alguna actividad o reunión para encontrarme con ella. Me sentía tan a gusto. Parecía que la conocía de toda la vida. Era un sentimiento muy nuevo en mí, parecía un adolescente cuando ya era yo un chico con algún espolón.
Pasaba el tiempo, un tiempo que siempre recordaré con mucho cariño, porque me lo pasé tan bien, y viendo que la relación que yo tenía con aquella chica era tan especial que empecé a plantearme la seria decisión de pedirle que fuese mi novia. Qué nervios!!!
En mi imaginación empezaba a cavilar cómo podría ser esa relación, ella estaba aquí en Barcelona por un tiempo limitado, no sabía a dónde se marcharía después, ya teníamos una edad….que darle vueltas y vueltas a mi cabeza. Lo empecé a comentar con algún amigo muy muy cercano que la conocía también y ellos me animaban a dar el paso.
Llegó Semana Santa y nunca en momento más oportuno, yo la viví de una manera muy especial. En cada acto que hacía junto a Pilar yo la miraba y me sentía enamorado, pero con un miedo atroz a ser rechazado si le mostraba mis sentimientos. Creo que pocas veces he rezado tanto y con tanta devoción como aquella Semana Santa, le pedía a Dios una señal, qué tenía que hacer.
Se lo decía, no se lo decía...ya no podía aguantar más. Toda la vida me he dejado llevar cuando he visto un impulso muy fuerte en dirección a algo. Ésa es la señal que esperaba de mi Jesús, un soplido tan fuerte que no podía replegar las velas, tenía que seguir navegando. Y eso hice. Yo creo que hubiese sido un buen militar estratega. Ideé un plan para quedarme a solas con Pilar en un sitio más o menos bonito y allí le abriría mi corazón. Teníamos pendiente una excursión con los chicos y como hacía siempre, me gustaba ir a mí primero para comprobar que el sitio estaba bien, el transporte, instalaciones. Ese era el día escogido. Le pedí a Pilar que si me quería acompañar y me dijo que sí. Vallvidriera era el lugar de cuyo nombre sí quiero acordarme, por aquello que soy manchego y don Quijote.  Nos fuimos juntos a estudiar el lugar, me sudaban las manos, tenía que hacer verdaderos esfuerzos para disimular mi nerviosismo, según me dijo ella, muy bien disimulado, no  me notó nada.  Cuando íbamos subiendo la cuesta para llegar al lago, se lo solté. Entre la subida y mis nervios me faltaba el aliento, creo que me entendió, porque  habla varios idiomas, no sería por mi grandilocuencia. Me gustas, le solté, estoy muy a gusto contigo y me gustaría que esta relación fuese a más. Ella con esa sencillez que le acompaña siempre, me dijo que no se esperaba que yo me declarase, pero que ella también estaba muy a gusto conmigo y que podíamos probar e ir viendo poco a poco qué rumbo iba a tomar esa relación… Yo levitaba, no me lo creía, me había dicho que sí.
Haced conmigo un ejercicio que es sanísimo, pensad cada uno de vosotros cuando os ha pasado algo así…piensa en ese momento y luego mira a esa persona que está contigo.  Ha pasado el tiempo, sí, muchas circunstancias, sufrimientos, etc. Pero qué bien te sentiste, intentemos recuperar esas ilusiones. Es verdad que no será igual, pero os aseguro que es como tomar una bocanada de aire puro, llenarte los pulmones y volver a retomar la vida que queda con esa persona tan especial.
Retomo el tema que me voy de la cocina al comedor con una facilidad pasmosa.
Me había dicho SÍ. Me llovieron de golpe miles de dudas, cómo hago?, cómo empezamos esto?, cómo se lo tomaran nuestras familias?, y los chicos del grupo….en fin era todo muy nuevo.  Nos sentamos en un bar en el mismo parque y allí empezamos a hablar de nosotros, se nos pasaron las horas rápidamente. Pilar tiene una forma tan, como decirlo, tan bonita de contar la cosas, con sus argumentos, con sus palabras justas, que estaba boquiabierto. La invité a comer algo en un restaurante cerca de la parroquia “La Lola”. Un sitio donde se come barato, bien y con mucha variedad. Seguimos hablando, explicándonos nuestras cosas. Qué rápido se me pasó el día 03 de Abril de 1999.
Cuando llegó la tarde noche, la acompañé a su portería, me despedí de ella con un beso en la mejilla y me marché a mi casa. El metro se me quedó corto, las escaleras no recuerdo ni cómo las subí, seguramente en mi nube. Me tenía que frotar los ojos, no estaba soñando, era real, esa chica tan especial me había dado esperanzas, esa noche dormí como hacía muchos años que no dormía.
Cuando me desperté al día siguiente, lo primero que hice fue llamarla por teléfono. Sí, he de confesar que lo hice para asegurarme que ella no se había echado atrás de aquella decisión del día anterior.
Creo que esperé unos días y  luego llamé a mis padres para darle la noticia. Mi madre estaba encantada. Llevaba no sé cuánto tiempo rezándole a la Virgen para que encontrase una buena mujer. Después fui a buscar a Pilar y juntos fuimos a la parroquia a decírselo al padre que nos había presentado.” Yo ya veía que esto era una buena cosa”, nos comentó y nos dio su bendición. También se lo comentamos al grupo de jóvenes que se pusieron súper contentos, decían que éramos el uno para el otro.
Y empezamos a salir como una pareja de novios, a pasear, a merendar, pero seguíamos comprometidos con los jóvenes y con nuestras tareas. En nuestra relación ya veréis que hay varios denominadores comunes, uno es los largos paseos charlando.
Los que la conocéis no os descubro nada, pero a los que no, os tengo que decir que vale la pena charlar con Pilar aunque sea un rato. Cómo dicen los buenos periodistas, siempre le vas a sacar un titular. No me iba a casa ni un día sin haber aprendido algo, era como pasear con una enciclopedia con patas, sabe de todo, pero sin prepotencia.
Me contó una cosa que vale explicarla un poco como anécdota. NO TENÍA TELEVISIÓN. Queeeé?, Si como lo oyes, hace años que no tengo televisión. Recuerdo que la miré como se mira un espejismo en el desierto, pero de dónde sales Pilar, se puede vivir sin tele? Os recuerdo por si acaso que el año 1999 no había móviles última generación, internet sólo los privilegiados y creo que ni esos. Me salió la vena musical y cómo si de José Luis Perales se tratase le pregunté: A que dedicas el tiempo libre? Tardó poco en contestarme. Leo, cocino, coso, hago manualidades, rezo, duermo, paseo, hago tartas, escribo cartas, trabajo pero no tengo tele.
Doy fe que yo la veía muy feliz, sin ninguna necesidad de nada.
A medida que iba pasando el tiempo nos íbamos conociendo más. Pilar, era y es la persona más auténtica que haya​ conocido jamás. Podrás o no estar de acuerdo con ella, pero es una persona, integra hasta la médula. Y en muchos pasajes la iréis conociendo.
Estaba en paro, había acabado su contrato como investigadora en el CSIC y estaba esperando noticias de una señora francesa para una plaza de investigación en Francia.
Antes de seguir la historia hay dos acontecimientos que os tengo que contar de la vida de Pilar, para que sigáis bien el hilo. Dos cosas que a ella le han marcado en la vida y años más tarde nos han marcado a nuestra familia.
Pilar había trabajado unos años como investigadora en Niza, en cosas de cáncer y así. Ahí empezó su amor por Francia. Me contaba lo bonita que es Niza, sus playas, sus montañas.
También lo duro de estar lejos de casa, en otro país, con la dificultad del idioma. Pero trabajando en lo que le gustaba, investigar, sus celulitas como ella les llama.
El segundo acontecimiento que os tengo que contar es que a Pilar le detectaron un tumor en una mama. Ella era personal de riesgo, trabajaba con radioactividad. En una revisión que ella misma se hacía, se notó un bultito que en seguida fue diagnosticado, un tumor bastante agresivo y había que operarlo cuanto antes. Y así fue. En apenas 5 días la operaron y, seguidamente, radio y quimio. Me cuenta muchos detalles de lo que sentía.  Que ojalá ella  plasme algún día en unas hojas como estoy haciendo yo. Pero Pilar es mucha Pilar, en su laboratorio hubo muchos que no se enteraron. Le daban quimio, lo pasaba mal dos o tres días y se iba a trabajar como si nada. Qué fortaleza, de cuerpo, pero sobretodo de mente. Qué fe, inquebrantable. Afrontó todos estos acontecimientos, sola, bueno sola no, con su Santa Teresita de Lisieux, de la que tanto me hablaba y que ahora preside nuestra familia.
Su madre fue a estar todo el tiempo con ella y me consta que también algún hermano suyo, creo que Rafa, que es médico, e Inma también pasó por allí. He de decir que Pilar tiene 7 hermanos, a cual más bueno.
Vuelvo a coger el otro hilo pero me parecía importante explicar esto para saber enmarcar bien las cosas.
Llevábamos casi tres meses saliendo cuando me da la noticia. Le había llegado una carta que estaba esperando hacia mucho, antes de salir conmigo. Tenía una plaza en el CEA de Paris, con un contrato en un proyecto de la Comisión Europea. Se marchaba en una semana.
Voy a decir una frase muy de Pilar: “Horror y Vituperio”!!  Pensé yo. Que te tienes que marchar a Paris? Ahora? Y nosotros qué? Pero los dos sabíamos que era una oportunidad que ella estaba esperando y yo no podía ser egoísta.
Me sentía como el príncipe en el cuento de Cenicienta. Pilar se iba corriendo después de un “baile fantástico” y qué pasaría después. Menos mal que yo sabía de quien era el zapato y dónde vivía aquella princesa.
Y cómo haríamos para seguir manteniendo una relación a distancia? Yo no había salido jamás de España, ni idea de francés y el que sabía, obsoleto. Vendría ella?
Llegó el día, la acompañé al aeropuerto, me despedí con una pena muy honda y todo lo puse en los brazos de Dios y de santa Teresita de Lisieux que como era francesa le pedí mucho que la cuidara.
No sabía dónde iba a vivir, en principio tenía allí una amiga, Virginie, pero no era seguro. Me monté en el coche y lo confieso lloré como un niño. Era mi amor y se había ido. Sólo podía esperar. Pasaron varios días hasta que tuve noticias de ella. Vivía en un hotel en pueblito a las afueras de Paris y había comenzado a trabajar, todo era muy nuevo para ella, pero una vez más su fortaleza.
Decidimos llamarnos de vez en cuando y escribirnos cartas, sí, ese papel escrito de puño y letra que las nuevas generaciones no saben qué es. Qué cartas más bonitas, todavía las conservamos, ella las que yo le enviaba y yo las que me enviaba ella. Eran preciosas, estaba deseando que llegasen noticias suyas.
También hablábamos muchooo por teléfono, que facturones!!!. Cada día hablábamos aunque fuese un ratito, para mí era tan pequeño. Colgaba el teléfono con ese dialogo que todos hemos tenido con la persona a la que amas: Anda cuelga tú!, No tú!  Los dos  a la vez!....
Y seguía teniendo a mi “cosi” a 1200 km de distancia en otro país.
En una de las llamadas diarias, pilar me anunciaba que venía a verme a Barcelona, no me podía dar mejor noticia. Pilar era real, podríamos estar de nuevo juntos. Qué ilusión, qué bonito. Sólo un pero, no sé cómo se tuvo que sentir, pero le hice un interrogatorio que ni  a los presos de Guantánamo.
Pero era la primera vez que nos veíamos después de tiempo y tenía una necesidad imperiosa de saber cómo estaba, si lo nuestro era real. Estuvo apenas unos días y volvió a marchar, eso sí, con la promesa de que cada mes viajaríamos o yo a Paris o ella a Barcelona.
La siguiente vez tomé la decisión de ir a verla yo. No había salido nunca de España, ni idea de francés. Pero ay, amigo, lo que tira el amor.
Pilar se dejó aquí su maravilloso Seat Marbella, que yo cuidaba como un tesoro, era parte de ella. Cuando ya estaba instalada, hablamos de cómo hacer para que ella tuviese su coche allí en Paris para ir a trabajar. Enseguida, cual superhéroe, me brindé a llevárselo adonde me pidiera. Quedamos en vernos en Perpiñán. Ella vendría en el TGV (AVE francés) y yo subiría con el coche hasta allí. Qué nervios para pasar la frontera! Y si me paran los gendarmes franceses? Me preguntaba yo, cómo hacerme entender. Menos mal que Pilar tan previsora como siempre, me mandó una carta con su DNI y el mío y una autorización a conducir su coche, por si me paraban. Al fin pasé la frontera. Qué descanso! Pero a la vez, qué nervios de estar en un país extranjero sin tener ni idea de nada. Llevaba todos los deberes hechos, carreteras, ruta (sin Tom Tom claro, en esa época…). Pero había descuidado un pequeño detalle: cómo se dice estación de tren en francés? Gare, me costó pero al final, llegué al destino, la estación de tren de  Perpiñán. Qué alegría volver a verla! Qué alegría, estaba salvado!
Nos montamos los dos en su coche y cogimos rumbo a Paris, eso sí pasando primero por Ars, del famoso santo Cura de Ars, allí comimos entre maizales gigantes. Me subí encima del techo del coche y aun así el maíz, era más alto.
Qué viaje más bonito, fuimos hablando todo el camino, escuchando música, descubriendo yo un país que me fascina, encantador, rural...Un país al que no hemos dejado de volver cada año. Estaba enamorado de Pilar y me estaba enamorando de Francia.
Llegamos por la tarde noche a París. Estaba alucinado, apenas pude ver la torre Eiffiel, el Sena, el arco de Triunfo. Era muy tarde y yo tenía reservada una habitación en una residencia de estudiantes católicos junto a una iglesia, Santa Rita y tenía que quedarme allí a dormir mientras que Pilar se marchó a su apartamento. Pilar vivía en un pueblo a las afueras de París, Fontenay-Aux-Roses. Un pueblo muy bonito, lleno de casas preciosas, jardines verdes, frondosos y una tranquilidad a la que yo no estaba acostumbrado. Al día siguiente, hicimos la típica excursión por todo París. Los monumentos típicos​, por la tarde un paseo por el Sena, en un bateau mouche, los famosos barcos que recorren el río Sena. Eran indescriptibles mis sentimientos. Estaba tan a gusto en aquella ciudad, tan bonita, con la persona que  a la que amaba, la ciudad del amor y de la luz. Estaba enamorado de las dos.
Cuántos paseos por esa ciudad, qué caminatas, los tres días que estuve los aprovechamos al máximo. Acabábamos muchas veces el día, yendo a Misa al Sacré Coeur, por la noche y rezo de Vísperas.
Pero como todo lo bueno, llega un día que se acaba y tuve que volver. Pero me llevaba una relación más consolidada y muchos aprendizajes de vida. Allí descubrí que mucha gente vivía de una manera sencilla, sin estar pendientes de lo que hacen los demás, haciendo una vida distinta a la que yo estaba acostumbrado, otro horario, otras comidas, otra forma de hacer.
Nos íbamos turnando, unas veces venía Pilar y otras iba yo. Durante las estancias de Pilar aquí, seguíamos haciendo vida de novios y colaborando en la parroquia y cuando iba yo me dedicaba a pasear, ver la tele en francés, a esperar… sí, a esperar porque Pilar se marchaba a trabajar y yo me quedaba allí sólo esperando que acabase, no siempre tenía días de fiesta o vacaciones.
Poco a poco nuestra relación era cada vez más sólida, y ya hablábamos de casarnos. Cuando las circunstancias, los trabajos etc. lo permitieran.
Otro detalle para que conozcáis más a Pilar: en uno de mis viajes a verla, me vino a buscar al aeropuerto de Orly en París. Cuando salía de la sala donde se recogen las maletas, allí estaba ella, con unas flores muy bonitas. Nunca me habían recibido con flores. Yo un tío de pelo en pecho recibido con flores. Me encantó. Me sentí afortunado de tener a mi lado una persona como ella. Una vez más me enseñaba algo nuevo. La sencillez y la belleza de unas flores. En ese momento me pareció el mejor regalo que se le puede hacer a una persona, hombre o mujer.
Durante el tiempo que duró su estancia en París y yo viajaba a verla me llevó a ver cosas muy bonitas. En mis relatos me dejo llevar mucho por los olores, ellos me traen recuerdos.
Francia, olía, a queso, a mercadillos los Domingos, de fruta fresca, de especias, de flores, a lluvia, a pan exquisito, a dulce. Qué pastelerías! Mon Dieu! Conocí mucha gente amable, su gastronomía, no tendría páginas suficientes para narrarlas. Otra vez me sentía como en un cuento de hadas.
A finales del año 2000 a Pilar se le acababa el contrato y el dinero de la CEE, su decisión fue volver a España, esperando una​ plaza de profesor en la Universidad de La Mancha.
Era la hora de ir preparando ese ansiado camino de vivir juntos para siempre. Estuvimos esperando unos papeles, aclarando dónde vivir y algunas cosas más y por fin la decisión estaba tomada. Nos casaríamos el 25 de Agosto del 2001!
Qué ilusión! Los preparativos de la boda fueron sencillos, pero dignos de mención. Sólo queríamos gastar lo que teníamos ahorrado, sin endeudarnos, ni hacer una súper boda.
La despedida de solteros, nos la organizaron conjunta. Fue una excursión a Sant Martí de Sarroca, nuestro amigo Muriana se había ocupado de organizarla y nos llevaron allí con los ojos vendados. Nos lo pasamos muy bien. Yo tuve que escribirle una poesía en un rollo de papel higiénico y ella buscar flores para mí.
La iglesia escogida para casarnos fue en S. Mateo, en ese momento estábamos colaborando allí. Ninguna catedral, ni Iglesia de película, los bajos de un edificio, así es la iglesia. Pero lo importante no es el continente si no el contenido. Los jóvenes y algunos amigos nos compusieron una canción y nos la cantaron, qué llorera!! Decía: Con amor y confianza…. Ese era el resumen de nuestro noviazgo.
El convite en una cava, y la comida, sencilla, sin mesas pensadas, todos con todos.
Vino toda la familia de Pilar, toda mi familia y muchos amigos nuestros. Fue un día maravilloso. Nos casamos y prometimos pasar juntos el resto de nuestras vidas.
Seguro que acertáis sobre dónde nos fuimos de luna de miel. Sí, acertasteis: a Francia. Habíamos hecho una promesa. El ramo de novia se lo llevaríamos adonde está enterrada Sta. Teresita de Lisieux. En Normandía. Y hasta allí llegamos. Después de ver cosas muy bonitas llegamos a nuestro destino y allí entregamos el ramo y juntos rezamos para pedirle que nos ayudara a ser buenos esposos y en el futuro buenos padres. Y seguimos nuestro viaje por Normandía y Bretaña.
Y así empezó nuestra nueva vida como matrimonio. Ahora teníamos que tomar otra dificilísima decisión. Como recordáis Pilar había sufrido un cáncer de mama. Su oncóloga antes de casarnos le había querido prohibir  tener niños, pero ella quería intentar tener aunque fuese uno solo y así me lo propuso. Una vez más a confiar en la divina providencia, a ponernos en manos de Dios.
El embarazo tuvo sus más y sus menos, sus grandes discusiones con su oncóloga, que estaba disgustadísima del embarazo de Pilar. Pero exactamente 9 meses después de nuestra boda, llegó Diego  a este mundo. Una bendición de Dios para los dos. Un niño sanísimo y Pilar pasó con nota alta su cesárea. Yo estaba allí. Nuestro doctor y amigo Xavier Buxó me dejó estar. Y vi como nuestro hijo asomaba su cabecita por la barriga de Pilar.
Otra gran lección de esta gran mujer que es Pilar. Sencilla, persona que  acepta la vida como viene, que no se esconde, valiente, decidida con tesón. Buena esposa, buena madre, amiga de sus amigos, culta, entregada…no acabaría con los adjetivos.
Habría para escribir un capítulo más del día a día de Pilar. Tengo que darle muchas gracias a Dios por tenerla a mi lado.
Para acabar quiero daros un consejo, aunque sé que no me lo habéis pedido. Si os encontráis por ahí a Pilar, hablad con ella, intentad conocerla, vale la pena. Os lo aseguro.
Pilarcita te quiero con toda mi alma
Que santa Teresita nos siga guiando!!!!

Un beso, Mon Amour!


martes, 21 de marzo de 2017



A todos los que me estáis preguntando. Cada semana publicaré un escrito. Entre Viernes o fin de semana. ya tengo alguno escrito, pero creo que como en todo, la dosis ha de ser la adecuada. No sea que los efectos secundarios superen a los beneficios. Además estamos todos muy ocupados con muchas cosas. Gracias



Quiero agradecer de corazón a todos aquellos que dedicáis aunque sea un segundo a leer lo que escribo. Desde que empecé me están pasando cosas muy bonitas. Vuestras opiniones,llamadas de algunos, encuentros con otros. Está dando pie a tantas conversaciones bonitas. El bien que me hace cuando me comentáis lo que vivís y recordáis después de leer lo que escribo, me paga con creces el tiempo que le dedico. Las personas merecen muy mucho la pena! hay esperanza. un abrazo a todos

viernes, 17 de marzo de 2017

Más QUE UN PADRE. UNA GRAN PERSONA

              
Antes de empezar a escribir sobre mi padre he de aclarar, que el hecho de escribir sobre él, no quiere decir que el resto de mi familia no sea importante para mí. Mi madre, mis hermanas, mis tíos, mis primos. Simplemente que con mi padre he tenido una relación que más adelante iré contando que me ha marcado muchísimo. De mi madre desde que tengo uso de razón estaba pegado a ella todo el día, le decía: “mama yo no me casaré con nadie, estaré toda la vida contigo” y es así, ella me enseñó muchísimas cosas de las que sé, ahora caigo en la cuenta muchas veces de sus enseñanzas, cuando le digo cosas a mi hijo “ Diego, mi madre me decía que había que ir limpio al médico y con los calzoncillos nuevos”, jajaja, me sentaba a coser botones mientras ella escuchaba la radio, o rezando rosarios para que no me ocurriera algo, cuando ya era más mayor. Me dio cariño, apoyo, se escuchaba mis canciones una y otra vez sin cansarse. Fue la que me educó a mí y a mis hermanas, mi padre también, pero él estaba siempre trabajando para traer dinero a casa. Trabajadora, cosiendo en casa, con manualidades para sacarse unos dinerillos y tres hijos. En fin, muy orgulloso de tener una madre así.
Pero la relación con mi padre que llegó ya de adulto ha sido y es muy muy especial.
Mi padre! Si tuviera que describirlo con una palabra sería con su nombre. Sí, mi padre se llama Justo. Su madre, mi abuela, era visionaria. Ese es mi padre, un hombre justo. Un hombre que se crio en el campo. Aunque tenían casa en Alamillo, muchas épocas del año la pasaban haciendo carbón en el campo. A los 7 añitos ya manejaba un hacha para cortar las ramas más pequeñas de las encinas. Dormía en un chozo a la luz de un fuego. Otras veces dormía al “raso” con las estrellas como techo. Aún no hace muchos años le gustaba salir a dormir en Alamillo, en esas noches de calor inaguantable, al corral en una hamaca viendo las estrellas.
No tenían casi nada. Suele contarnos que desayunaba migas manchegas, comía migas y cenaba migas. Que cada día hacía un montón de kilómetros andando con las mulas llenas de carga. No fue mucho al colegio, había que trabajar. Pero se defiende con sus números muy bien hechos, eso sí, y nunca le ha faltado nada a la hora de desarrollar sus distintos trabajos. Hombre poco hablador, persona acostumbrada a  todo. Nunca tiene frío ni calor, ni tiene hambre, si hace, bien; si no, también. No necesita nada, se conforma con todo. Amigo de sus amigos, pero sin demasiados aspavientos. Si le necesitas, allí está él. Ahora, no lo busques en los barullos de gente, ni en grandes fiestas, ni esperes que te haga un gran discurso. Es moderado, un poco reservado, siempre mejor un paso detrás que uno delante, yo siempre le recuerdo sabiendo estar, en cualquier situación. Antes era un poco duro, digamos que no se caracteriza por tener una gran mano izquierda. Directo, cuantas veces no me ha dicho aquello de: “ más vale una vez colorao que ciento amarillo”.
Pero una buena persona, no lo digo por amor de padre, que también, lo digo porque lo he comprobado como os iré relatando más adelante. Habla casi siempre con refranes. Tiene un refrán o un dicho ante cualquier situación. Le preguntas: Papa, que pasa? Y te responde: Pasará! O le preguntas sobre algún tema y le dices: “ Papa estás seguro? Y contesta: “Seguro como el agua en una cesta”.
Mis compañeros de cole cuando veían a mi padre, me decían que era muy serio y que imponía. Además tiene una cicatriz en el ojo izquierdo que asusta. Se lo hizo de joven, un mulo que parece que era un poco cabezota le dio una coz y a punto estuvo de matarlo. Salvó el ojo pero se quedó con la cicatriz para toda la vida.
Tenía yo unos 18 0 19 años, mi relación con él era un poco tensa. Yo quería hacer lo que me diera la gana y él hacia su papel de padre y educador. En una reunión con mis amigos, alguien me dijo que porqué no me acercaba más a mi padre. Lo pensé y decidí que aquella semana que él trabajaba de turno de mañana en una empresa textil, me levantaría y le prepararía el desayuno. Me levanté un par de días a las 5 de la mañana, le preparaba la cafetera y unas galletas. Al tercer día mi padre me dijo que le sabia mal que madrugase tanto, que normalmente él se tomaba el café al llegar a la fábrica, tenía el cuerpo acostumbrado a eso. Sin decirme nada y para que no me sintiese molesto, había estado desayunando dos días mi café y mis galletas. Le hice caso y ya no me levanté más. Pero desde aquel día nuestra relación era diferente. Más cercana.

Más adelante, me propuso entrar a trabajar en la fábrica donde él trabajaba. Una empresa textil que trabajaba los 365 días del año, en tres turnos, mañana, tarde y noche. No es que me entusiasmara la idea, pero fui a la entrevista y me cogieron, eso sí, no sin antes  hacerme una entrevista y decirme que no salían de su asombro porque yo no sabía qué era la palabra, sibarita.
Recuerdo, los primeros días. Vestido completamente de azul industria, botas de goma y una cartuchera con un cuchillo de unos 30 centímetros y una súper tijera.
Estaba más perdido que Tarzán el día de la madre. Todo lleno de motores, ruidos, fluorescentes, máquinas y máquinas como si no hubiese un mañana. Mi trabajo era vigilar durante 8 horas que la fibra, que nacía en un estanque de un producto químico, Tiocianato creo que se llamaba, y que pasaba por diversos rodillos que estiraban aquellos hilos y los pasaban por agua hirviendo, después los​ secaban y luego los​ cortaban a distintas medidas. Me pusieron con un compañero para que aprendiese cómo hacer mi trabajo…
Eran horas interminables. Si la cosa iba bien era aburridísimo, pero como se liase la fibra en algún rodillo, aquello era como la matanza de Texas, tenías que avisar a todos los compañeros y deshacer el lío de la fibra sin parar las máquinas, todos con los cuchillos en mano, chorreando de agua, cortando por allí, uniendo por allá, hasta que lo conseguíamos. Cuando coincidía en el turno con mi padre, el intentaba estar siempre ayudándome. Teníamos nuestras buenas charlas de los compañeros, de los jefes, etc.
Un día que estábamos los dos trabajando juntos limpiando unos filtros, faena ingrata donde las haya. Unos compañeros nos llamaron la atención porque trabajábamos mucho, y de esa manera los jefes iban a hacer trabajar mucho a todos. Nos miramos y seguimos trabajando a nuestro ritmo. Cuando quisieron insistir, mi padre tuvo unas palabritas con ellos y ahí quedó la cosa. Mi padre era una persona respetada en la empresa, los jefes me hablaban muy bien de él, siempre puntual, muy responsable, muy trabajador, de palabras justas. Tenía buenos compañeros, que yo creo que le respetaban. Uno recuerdo que decía: tu padre es un hombre serio y de palabra, no un bocazas, espero que te parezcas a él. La verdad es que tenía el listón muy alto.
Pero estaba orgullosísimo de ser hijo de Justo “el manchego”. No sé cuántos de vosotros habéis tenido la oportunidad de trabajar con vuestro padre, pero para mí fue un lujo. Fueron dos años y medio duros, trabajábamos domingos, S. Juan, cada semana cambiábamos de turno, dormir de noche o trabajar de noche o de día o que se yo…el cuerpo lo tenía un poco loco. Pero a él no recuerdo haberle oído quejarse jamás.
Mención especial eran nuestros viajes desde casa a la fábrica o de la fábrica a casa. Íbamos en un coche nuevo que se había comprado mi padre, un seat Ibiza 1500... lo bautizamos con el nombre de “Milikito”, no sé porque, me parecía el coche más chulo del mundo, rojo, nuevecito. Todo el camino discutíamos por dónde había que ir, qué carril coger, la velocidad recomendable. Parecíamos un matrimonio. He de decir, que mi padre se sacó el carnet de conducir tarde. Ya bastante mayor. No le gustaba nada conducir. Se ponía nervioso. Lo hacía porque no le quedaba más remedio. Utilizaba el coche para ir a trabajar, las vacaciones, para ir al campo o a la playa…pero sin abusar. Si se podía ir andando, para qué coger el coche.  Y meterse en Barcelona ni pensarlo! Con el tiempo no tuvo más remedio pero ocasiones, las “justas”.
Después nos pusieron en turnos diferentes y ya pocas veces volvimos a coincidir en el trabajo. Fue un tiempo que recordaré siempre con mucho cariño. Me sentía como pollo en el nido, protegido.
En casa cocinaba mi madre. Cocinaba y cocina muy bien, platos del pueblo, pucheros, canelones (recuerdo chupando la cuchara de madera con la que le daba vueltas a la bechamel de sus croquetas), potajes de Semana Santa, pescado con”gachuelas”, migas de harina, pies de cerdo, callos, cabezas de cordero los Sábados, los sesos con huevo, etc.
Mi padre era y es el de la tortilla de patatas. Os prometo que hace una tortilla para ganar un campeonato mundial. Le tendrían que dar el Nobel. El pisto manchego buenísimo y las migas de pan con torreznos, pimientos, chorizos… Jolín! Me está entrando un hambre!
Tiene la paciencia del santo Job, para hacer el pisto, es capaz de cortar en pequeñas porciones todos los vegetales y dar vueltas y vueltas hasta conseguir que quede meloso. No tiene prisa, el fuego más bien bajito. Dedicado a sus labores.
No era un padre de regañar mucho. Ese papel lo hacía mi pobre madre que era la que lidiaba con nosotros todos los días. Pero cuando se ponía serio, debido a alguna travesura o malas notas o lo que fuese, sólo con verle la cara tan seria, me temblaban las canillas (piernas), no necesitaba pegarnos, un mirada era efectiva.
Ahora que lo pienso, lo he visto emocionarse algunas veces, pocas, pero llorar sólo lo recuerdo en el entierro de su padre. Es una imagen como si fuese hoy. Mi abuelo murió en el pueblo y lo enterraron allí. De camino al cementerio, con el cortejo y el ataúd, vi caérsele algunas lágrimas. Yo me hinché a llorar, no sólo por la muerte de mi abuelo, si no de verle la cara de pena a mi padre.
Ha ido pasando el tiempo y mi trato con él cada vez ha sido mejor. Los recuerdos infinitos para poder plasmarlos todos en unas hojas, sólo algunos que destacan por lo que sea, a veces sin ninguna razón. Es así. En muchos momentos creo que él fue, junto a mi madre, el que puso en mí la semillita de la música. “ Esos viajes interminables al pueblo en coche” tardábamos 12 o 14 horas en recorrer los 900 km que hay entre Cornellá y Alamillo. Por qué digo lo de la música? Todo el viaje íbamos escuchando a Manolo escobar, alguna sevillana, Marifé de Triana y algún canto de flamenco que a mi padre le gusta.
Ir de paseo por Alamillo con él, no tiene precio. Es como ir con guía a la capilla Sixtina. Te explica, de quién son las tierras, qué hacía en este o aquel trozo de tierra cuando era joven, cómo se le llama a cada sierra, anécdotas y anécdotas, que aquí y sólo aquí se le suelta la lengua.
Mi padre huele a eso. A campo, a tomillo, a cardillos, a leña seca, a pureza, a encina. Lo veo siempre caminando por esos campos y veo que es una parte más de ellos. Cuando paso con el coche y veo casas abandonadas, campos sin cultivar, pienso en cuánto sudor, cuántos sufrimientos no han pasado tantas personas y qué poco soy capaz de agradecerles que sin ellos la vida no sería como la concebimos ahora. Hombres y mujeres que han muerto luchando por los suyos con lo poco que tenían y a veces tan poco reconocidos.
En esos paisajes veo a mi padre. Con la yunta de mulas, con su hacha, con la hoz.
Y ahora lo veo en otra etapa. Cuando se jubiló, mis hermanas, mi madre y yo pensamos que tanto trabajar y parar​ de golpe podía ocasionarle una pequeña depresión. Qué equivocados estábamos.
Volvió a darnos otra lección de supervivencia. Ha llevado fenomenal el no trabajar. Incluso en algún momento le propuse que colaborase con mi empresa, de cobrador. Oferta que el rechazó amablemente, diciéndome que ya había trabajado bastante.
Todos estos años los ha pasado cuidando de mi madre que pasó una depresión, cogiendo las riendas de la casa, eso sí guiado con los consejos de mi madre, y viviendo molestando lo menos posible.
Va a comprar, compara precios, cocina, ayuda a mi madre en las labores de la casa, con 82 años va a la piscina un par de veces por semana, todas las tardes va al hogar del pensionista a jugar al dominó, de mayor le ha dado por leer libros, algún tocho que ni yo soy capaz de leer…en fin se ha amoldado a lo que va tocando por su edad.
Siempre ha tenido una salud a prueba de bombas, mi madre siempre nos decía: es que a tu padre no le sienta nada mal, todo le cae bien y es verdad. Le gusta todo, la primera vez que comió pizza no le hizo mucha gracia, pero ahora lo que haga falta.
Tiene muchos platos favoritos, pero para que veáis dónde está la sencillez, uno de los que más le gusta es: un punado de arroz , con agua, un tomate , una cebolla y un ajo, todo hervido……y a comer. ¡Qué hombre tan complicado!
Y ahora desde que nació Diego, es abuelo. No tiene más nietos. No había visto sonreír tanto a mi padre en la vida. Ve a su nieto y se le “alegran las pajarillas”, manera como llamamos en el pueblo a los que se alegran al ver algo. Son famosos sus masajes en la espalda a Diego, sus dinerillos para que se compre algo cuando después de Misa se va a dar una vuelta con sus amigos. Mi padre siempre lo recuerda de pequeño acostado sobre el pasto con pocos meses, en una excursión de las que os he mencionado antes.
Por su nieto, lo he visto hacer cosas que me asombran, pintarse, despeinarse, ponerse un casco de soldado y jugar con él, llevárselo por las tardes a jugar a fútbol y baloncesto, eso si con el consiguiente dolor de riñones y piernas de después.
Diego tiene una relación muy especial con sus yayos. Y ellos con él.
Supongo que como todos los abuelos y nietos.
Tenemos la suerte de que Diego también tiene una sensibilidad muy especial, me explico: últimamente a mis padres los regalos en sus días de cumpleaños o santo, van acompañados por Diego. Ir juntos los tres, al cine, o a cenar, o a comer, o al Acuario. El caso es que los tres pasen ratos juntos, donde no se sabe quién cuida de quién.
La última fue el cumpleaños de mi padre. Los invitamos a ir al acuario de Barcelona y merienda en el Maremagnum. Por la noche fuimos a buscar a Diego y al preguntar​ a mis padres qué tal lo habían pasado, mi padre estaba sorprendido de la cantidad de peces, de colores. Estaba alucinado. Cosa que no es de extrañar, en la mancha no tenemos grandes mares. Pero la emoción de cómo lo explicaba y el buen rato que pasaron los tres, eso si que nos dejó marcados a mis hermanas y a mí.

Quiero deciros que siempre he podido contar con mis padres, siempre han estado ahí. En momentos más bajos míos, en momentos más felices, siempre a mi lado y al de mis hermanas. Se podrán ir, el día que Dios los llame, orgullosos de habernos criado, educado y querido. Ese buen sabor de boca que te queda cuando has hecho lo que debías, lo mejor que has sabido. Esa paz que te da, cuando miras algo a lo que has dedicado un tiempo, un esfuerzo, una ilusión y lo ves acabado o que va por buen camino.
Gracias por todo mama!!
Gracias por todo papa!


Vuestro hijo que os quiere…..