sábado, 6 de mayo de 2017

                                            EL MOTOR QUE MUEVE MI VIDA

 En esta nueva hoja en blanco, quiero escribir, sobre otra cosa que para mí es muy íntimo. Yo no soy teólogo, ni filósofo, ni siquiera una persona con grandes estudios. Sólo alguien con una serie de pensamientos, sentimientos y deducciones, míos y sólo míos. Seguro que personas con más conocimientos pueden poner nombre a las cosas que explico. Yo no. He puesto por título a esta publicación el motor que mueve mi vida. Pilar, mi familia y mis amigos son los pilares que las sostienen, pero hay algo que me hace caminar hacia una meta final. Como ya os he comentado, vengo de una familia profundamente cristiana, católica más concretamente. He mamado la fe desde que tengo uso de razón. Mi familia, sin ser radical en sus pensamientos, es bastante firme en el seguimiento de la fe. Desde siempre, Dios ha estado en medio de todo lo que me ha rodeado. Con una naturalidad increíble, mi familia ha sabido inculcarme, prepararme y formarme en esa fe. Y eso os quiero transmitir, mi forma de vivir, sentir y experimentar mi relación con Dios. Vuelvo a repetir, que me va a costar, es una relación muy íntima y especial para mí, pero creo que os merecéis que abra mi corazón, dada la paciencia con que leéis lo que escribo, y en agradecimiento a ese tiempo que me dedicáis. Explicarle a alguien quién es Dios, no es fácil; esto no pretende ser una catequesis de pregunta-respuesta. Yo os explico quién es para mí: Dios es mi Padre. Así lo siento y así lo creo. Es ese ser al que le puedo abrir mi corazón de par en par, sin miedo, sabiendo que me quiere tal como soy, soy su hijo. Yo pienso en Diego y, aunque tiene sus cosas, lo quiero con toda mi alma. Ese es Dios conmigo, yo tengo mis cosas, pero que creo firmemente que soy querido por él. Envió a su Hijo para que muriese por mí. ¡¡Imaginad si me quiere!! Para mí, Dios es un Padre que me quiere de una forma que cuesta comprender. Nosotros todo lo queremos pasar a través de nuestra mente, creemos que Dios piensa a nuestra manera, que es un dios al que pedimos algo y, ¡zas!, se cumple, como si fuese un mago. Y cuando no se cumple, decimos que o no existe o no me escucha. Pero es que Dios es otra cosa, la diferencia es bestial. Este Amor tan puro, tan poco convencional, nos inquieta. No lo podemos catalogar, o encerrar en un adjetivo único, porque es el AMOR por amor, el que nada espera, el que siempre perdona, el que ama a todos, sin condición. Esta certeza llena mi existencia y toda mi vida. A través de las enseñanzas de Cristo intento hacer lo que Dios quiere de mí, amar, ayudar, hacer felices a los demás, poner lo que tengo al servicio de las personas que me rodean porque para eso las tengo, para eso me las dió. A Dios lo llevo en mi corazón, independientemente de cómo me va en la vida. Le rezo, le pido, porque así nos dijo que lo hiciéramos. Pero ¡pobre de mí! Yo, cuando le pido, no sé lo que más me conviene. A veces pido por una cosa, convencido de que es lo mejor para mí y luego pasa otra, ¿qué sé yo lo que más conviene? Muchas veces me mueven intereses, egoísmos, quiero que las cosas sean como yo digo, que sean según mi opinión, intereses, … ¡Qué difícil se lo ponemos a Dios! Somos tan orgullosos que llegamos hasta a enfrentarnos con nuestra familia, amigos o compañeros. Los hombres inventamos armas para matarnos los unos a los otros, detrás de ocultos, o no tanto, intereses, y entonces nos preguntamos cómo existe un Dios que permite todo esto. Esta es nuestra obra, pero nos queremos justificar responsabilizando a Dios. Dejamos que haya personas que se mueren de hambre y de sed, mientras nosotros comemos en exceso y seguimos diciendo que cómo permite Dios que haya niños que se mueren de hambre. Vuelvo a decirlo: es nuestra obra, no la de Dios; no podemos echar balones fuera: que lo arregle el Vaticano con todas sus riquezas, o el gobierno...Siempre los demás. Ahora quiero bajar al terreno, me voy a poner las chirucas y la mochila para caminar hacia dentro de mí. Yo no quiero ir repartiendo ni culpas ni tareas por ahí, quiero empezar yo. Aunque es cierto que intento llevar una vida austera y mirando a mi alrededor, hago muchas cositas que no favorecen en nada el cambio a un mundo mejor. Porque esa es mi tarea, recordáis: devolverle a la vida lo que ella me ha dado, esa frase me la dice muy a menudo un gran amigo, pero sobre todo una persona con una gran sabiduría, Samu. Yo me he hecho miles de veces la pregunta, cuya respuesta es fastidiada: ¿PARA QUÉ VIVO? ¿QUÉ PINTO YO AQUÍ? ¿Os lo habéis preguntado alguna vez? Cada uno de nosotros daremos una respuesta. Pero si cada una de las personas se hiciese esa pregunta más a menudo, creo firmemente que muchas cosas cambiarían.

 EL “DIOS CONSUMISMO”:

Yo no quiero vivir para consumir. Pero ciertamente paso mucho tiempo de mi vida consumiendo cosas: comida, ropa, viajes, libros, aparatos digitales, etc. No acabaría de enumerar y mi apetito de consumo no se para nunca: cuanto más consumo, más hambre de cosas tengo. Me veo como un ratón dentro de su ruedecita dando y dando vueltas sin encontrar el final. Y alrededor de esto hemos montado una sociedad vacía, que utiliza cosas y cosas sin saber muy bien para qué, con el único argumento de “disfrutar la vida, que es lo que nos vamos a llevar”. Y yo me pregunto si cuando me muera me voy a beneficiar de algo de todo lo que supuestamente me lleve. Yo me quiero bajar de esa rueda. La primera razón y la más importante, es que creo que hay otra vida. Yo creo que todo no se acaba aquí. Sin ánimo de dar razones filosóficas, os digo que creo en la vida eterna. Creo en un cielo, no como me explicaban de pequeño, creo en el cielo que es la felicidad eterna de vivir junto a mi Creador y mi Padre. Del mismo modo que creo que el infierno (que no es un sitio en el que hay un señor con cola y cuernos) es la ausencia de Dios, cosa a la que en muchos momentos esta sociedad se parece bastante. ¡Cuántos intereses económicos hay detrás de tantas cosas diarias! ¡Cuántas personas sin escrúpulos ideando cosas a las que mantenernos enganchados, para su beneficio económico, importándoles un pito lo que sucede a los demás! Vamos a pararnos y a hacer el ejercicio de pensar con la mente abierta, sin dejarnos llevar por modas ni por spots publicitarios. De verdad ¿es necesario gastarse 500 euros en un teléfono móvil, por muchas que sean las aplicaciones megahiper chulas, aunque lo podamos pagar en cómodas mensualidades a 0% de interés? Es necesaria una tele de 2.500 € pantalla de cine con sonido envolvente y no sé cuántos megapixeles, y al mismo tiempo abonarme a una compañía que me promete películas y futbol y dibujos animados las 24 horas del día? Nos metemos en la rueda de los grandes pisos y casas, los buenos coches, plazas de parking,... Total, como nos prestan el dinero a bajos intereses...Y ¿ESTA ES LA VIDA QUE QUEREMOS?. La familia mientras tanto dividida y agobiada de trabajo para llevar a casa dos sueldos para poder pagar todas estas cosas. Trabajamos mucho para tener cosas que se supone que nos hacen felices y, sin embargo, tenemos que hacer yoga, spa y visitar terapeutas para relajarme del stress diario que me supone trabajar mucho para tener dinero para todo esto. Un mundo de locos. Yo no estoy en contra de la tecnología, ni de consumir con moderación y cabeza, o de tener un sitio dónde vivir o un coche. Pero todo ese esfuerzo que dedicamos a comprar y gastar lo podríamos usar como tiempo para nosotros mismos y nuestra familia. El problema es que tenemos miedo de quedarnos atrás, por no tener aún esto o aquello? Es un sano ejercicio pararse y decir basta: quiero controlar mi vida, y voy a utilizar mi tiempo, mis esfuerzos y mi dinero en crecer yo, en hacer crecer a mi familia y a los que me rodean. Pero para eso es necesario PENSAR,PENSAR Y PENSAR.

 EL INDIVIDUALISMO Y EL ENFRENTAMIENTO
 Otra cosa que se ha conseguido en la sociedad actual es que impere el individualismo. Importo yo y los míos. Los demás, que se espabilen. Recuerdo cómo me contaban mis padres cuántas veces se ayudaban unas familias a otras. Nosotros mismos, cuando éramos pequeños, nos quedamos alguna vez al cuidado de algún vecino. Mi padre después de marchar del pueblo encontró trabajo gracias a un paisano suyo. Yo mismo he pasado etapas malas y siempre he tenido a algún familiar o amigo dispuesto a ayudarme. Pero lo que ahora nos gusta más es clasificar, catalogar y dividir a las personas. Nos dividen entre los de derechas y los de izquierdas, los fachas y los no fachas. Los beatos y los ateos...no acabaríamos nunca. Que todo el mundo sepa de qué bando eres, de qué partido político vienes, de qué equipo de fútbol, etc…, hasta llegar a agredirse unos a otros. Pues bien yo no quiero que me clasifiquen. ¿Por qué no puedo pensar que los unos y los otros tienen más cosas que unen que desunen? ¿Por qué no puede haber cosas en la política de derechas y en las de izquierdas que sean buenas? ¿No puedo decir que el equipo de fútbol que se supone mi contrario, juega bien o hace aquello bueno? Soy católico, apostólico y romano, creo en la unidad de todos los cristianos, en el respeto y cuidado de otras religiones y otras creencias que tengan como fin amar y ayudar a los demás, en la admiración hacia personas individuales que dan su tiempo, su dinero para ayudar a otros, sin ningún tipo de siglas ni bajo el manto de nadie. Quiero ver por encima de todo a personas que hacen el bien. Creo que tenemos que hablar más e imponer menos. Creo que nos sobra orgullo y violencia y nos falta más humildad y SABER ESCUCHAR. Preferiría menos “jueces”, dedicados continuamente a juzgar a otros, y más “abogados defensores”. Yo, como ya sabéis, quiero ayudar más a otros. Así que ya sabéis, si me necesitáis, contad conmigo. Antes de acabar este apartado no puedo sino tener la esperanza de que podemos hacerlo. Somos, por ejemplo, el país con más donantes de órganos. También la familia en España todavía está muy arraigada, gracias a Dios, porque en esta última crisis económica esto se ha notado: cómo los abuelos ayudaban con sus pensiones a todo el resto de familia en paro. Yo, personalmente, creo en la gente y rezo cada día por la unión de las familias, de las personas. Basta ya de que nos enfrenten! Mientras, yo sigo mi camino, que es el de las enseñanzas de Jesús. Amar, amar y amar, y dar la “vida” por las personas que pasan a mi lado. Dar la vida, no literalmente, pero sí dando un poco de mí a cada una de ellas. Me gusta seguir a este papa Francisco, que tanto me aporta, cuando habla de misericordia, de perdonar, de volver a construir. Sé que puede parecer un poco iluso, pero yo lo haré en la medida que pueda. ¿Y TÚ? Creáis o no, practiquéis o no, penséis como penséis, quiero que sepáis que yo rezo cada día por vosotros, pongo velitas y os dedico un pensamiento cada día.
 Un abrazo fuerte