viernes, 21 de abril de 2017

 VIAJAR A MI INTERIOR

Os invito a hacer un viaje para mí muy especial. Voy a verme por dentro, dentro de mi alma. No va ser un viaje fácil, seguro que hay carreteras buenas y malas, malas condiciones climatológicas, dudas de cuál es el camino, algún pinchazo, alguna avería….
Pero para entender muchas de las cosas que me pasan, hay que ponerlas en un contexto. De esa manera se entienden bien. Yo soy el que soy gracias a pedacitos de muuuchas cosas, de muchas personas, de muchos acontecimientos.
Voy a empezar por presentarme. Muchos de vosotros me conocéis, pero no está de más hacerlo para los que no me conocen tanto, y esforzarme para ello en volver al origen de las cosas.
Soy Miguel Ángel. Mi edad, 49 años, aunque eso no es importante. Soy el mediano de tres hermanos, dos chicas y yo. Físicamente, soy un hombre de complexión fuerte, con unos cuantos kilos de más, calvo, una estatura de 1,72 m, era de pelo castaño, jajaja, ojos marrón-pardos, algo moreno de piel,... No sé qué más contaros. Esa es la parte exterior que todos podéis ver. Ésa que a tanta gente le importa. No creo que encaje en ningún estereotipo de hoy en día. Por lo menos de los​ que nos quieren marcar los demás. Yo también tuve un tiempo en el que dedicaba más tiempo a mi exterior que a otras cosas. Para colmo, soy peluquero de profesión, con lo cual, durante unos años, me importaba más mi pelo, se me hace raro decir esto, que mi interior.
He sido presumido, me gustaba el vestir bien, el espejo era un entretenimiento más,  para tratar de que combinara lo que llevaba puesto. Por cierto, no os he dicho que tengo un defecto de visión distinto del daltonismo, por el que no distingo bien ciertos colores. Soy famoso  en mi casa por preguntar por mis pantalones marrones cuando en realidad son de otro color. Imaginaos si me interesaba estar conjuntado.
Mi madre de pequeño me llevaba como un pincel, me acostumbré a intentar ir casi perfecto en el vestir. No lo conseguía demasiado,  porque cuando Dios repartió cuerpos a mí me dió el que tengo. Pero oye, soy resultón.
También soy famoso en casa por manejarme muy mal con las cosas de cuidarme, por ejemplo, por las veces en que, en vez de crema para después del afeitado, me he puesto algún tipo de crema de mis hermanas o de mi mujer, o maquillaje efecto bronceado. Se empeñan en escribir las cosas en inglés o en un francés que no entiendo y claro… Una vez, sin darme cuenta,  me puse una con brillantina, menos mal que me avisaron antes de salir a la calle, si no imaginaos.
Siempre estaba muy pendiente de lo que los demás pensaran de mí. Sí, confieso que he vivido muchos años de mi vida preocupado por lo que los demás pensaran de mí, sobre la forma de vestir, de pensar, de vivir. He malgastado tiempo y tiempo en tratar ser alguien que no soy yo. Soy camaleónico, me adapto rápidamente al medio. La educación de antes era un poco así, ¿no?. Ser todo eso que los demás esperan de tí: tus padres, tu familia, tus profesores, las personas que te rodean y que te dicen qué has de hacer, cómo vestir, qué comer, dónde ir… Siempre me recuerdo examinándome sobre lo que hacía bien o mal. Siempre subiendo el listón porque pensaba que la gente no estaba contenta conmigo. He dejado muchas veces de ser feliz por el qué dirán, por hacer lo políticamente correcto.
Pero sintiendo como un freno que a veces me ahogaba. Esa eterna pregunta : ¿qué debo hacer?
Pero cómo dije en el prólogo, a mis casi 50 años quiero vivir el resto de la vida que Dios me dé de manera diferente. Quiero miraros a todos de manera diferente, quiero querer a las personas de manera diferente y eso es lo que os quiero explicar en las siguientes páginas.

Soy adulto, en muchísimas cosas puedo tomar decisiones, en otras tristemente tengo que ceder, no puedo ser como Don Quijote con los molinos de viento.
No quiero ser un borrego respecto a muchas cosas de esta sociedad. En adelante, quiero AMAR libremente a los demás sin condicionarme ni su físico, ni su idioma, ni su religión, ni su manera de pensar.  
Quiero hacer con mi vida lo que me dé la gana, siempre que con ello no haga el más mínimo daño a nadie. Como dice San Agustín: Ama y haz lo que quieras.
¿Que meteré la pata? Seguro. ¿Que me equivocaré? También. ¿Que tendré que rectificar cosas? segurísimo. Bien,  ¿y qué?
Nos pasamos la vida buscando la felicidad en cosas, y la tenemos muy cerca, la felicidad está​ en la actitud con la que uno afronta las cosas del día a día. Cuando he hablado con personas que me han dicho que son felices, todas ellas tienen un denominador común, son personas que se dan a los demás, que no tienen casi nada suyo, que lo material les importa un rábano. Personas que no están apegadas a las cosas. Utilizan los medios que tienen para su bien y el de los que les rodean.
Unos cuantos han conseguido que el ser humano se encierre en sí mismo, nos han dividido para que no hagamos piña. Se nos clasifica por clase social, por raza, por religión, por manera de pensar, si somos de derecha o de izquierda, si eres de un equipo de fútbol has de ser casi enemigo del otro… Nos han enseñado esa palabra que le gusta tanto a nuestra sociedad: LA COMPETENCIA. Desde pequeños nos educan para ser el más competente. El mejor de la clase, el que mejor notas saca, el que sabe tocar mejor el instrumento, el que sabe más idiomas. Vamos creciendo, y tenemos que ser el que mejor carrera u oficio tiene, el que gana más dinero, que tiene mejor reconocimiento público. Seguid pensando conmigo: el que tiene más chicas o chicos a su alrededor, o más amigos en las redes sociales, el que mejor cuerpo tiene, el que más viaja, a los mejores sitios y más barato que nadie. El caso es ser mejor que los demás, aunque para ello tenga que hipotecar mi vida y la de los próximos a mí. ¡Cuántos padres hartan de actividades extraescolares a sus hijos con la intención de hacerlos casi perfectos, con una preparación,... Con una preparación para la activitis, por la que la persona acumula y acumula conocimientos en un corto periodo de su vida, con el propósito de ser el mejor: mI niño habla inglés a los 5 años que ni los ingleses, o baila mejor que Sara Baras, o es Cristiano Ronaldo…. Sin darnos cuenta de que muchos niños lo hacen por nosotros, por no decepcionarnos. Pero  puede, y digo puede, que ellos lo que quieran sea pasar más rato con nosotros, haciendo cosas de familia, jugando...Pero la sociedad nos ha inculcado que hay que saber mucho, hay que saber hacer, HAY QUE SER COMPETENTE. La competencia entre las personas acaba por arrinconar al que consideramos más  débil, al que no encaja en el estereotipo que la sociedad marca. Me he sentido infeliz muchas veces por ésto.
SOBRE MI SOBREPESO
Cuando era un chaval, era un poco gordito y mi profesor de educación física pretendía que yo subiese por aquella cuerda a pulso. Mis brazos no podían con el resto de mi tronco, las risas eran generalizadas y mi profesor en vez de ayudar, con sus comentarios aún aumentaba la burla de los demás.
Debido a esta obsesiva competencia entre las personas, dejamos de lado a todos aquellos que consideramos que no encajan de nuestro entorno, por ejemplo las personas obesas. He pasado casi media vida intentando ser lo que los demás me pedían. Miguel Ángel, tienes que adelgazar, así no vas bien. Desde que me acuerdo, siempre he sido un niño, adolescente y adulto gordito. Antes esto era algo que tampoco me daba muchos problemas: alguna broma de mal gusto por los compañeros en el colegio; en el pueblo, las mujeres mayores que siempre te veían gordísimo y además te lo decían sin disimulos. Pero yo hacía mucho deporte y me encontraba perfectamente, así que iba tirando con esos  kilos de más. Pero poco a poco la sociedad ha ido radicalizándose más en cuanto a lo físico, y los comentarios sobre mi barriga, mi papada, mis kilos de más ya no son una simple burla de niños. Nadie se para a pensar que cuando le dices gordo a una persona, le puedes hacer mucho daño. A mí me lo han hecho muchas veces. Las personas que te quieren hacen ver que es por tu bien, y siempre que pueden, hacen esa broma o aquel comentario sobre tus kilos. En vez de aceptarte tal como eres y mirar en tu interior.
Me he pasado media vida entre nutricionistas, dietistas, entrenadores deportivos, todo por intentar ser otro. En ocasiones lo hacía también por salud, pero en mi fuero interno había unas ganas locas de agradar a los demás. Fue pasando el tiempo y empecé a aceptarme tal como soy. Eso sí, de vez en cuando entro en cólera al probarme unos pantalones que no me caben, y entonces me vuelvo a poner a dieta estricta. Con personas con las que he hablado, me explican la soledad que han sentido, a veces la incomprensión, el rechazo. ¡Ojo que no es broma la cantidad de dinero que mueve el culto al cuerpo: dietas, pastillas, entrenadores personales, psicólogos ayudando en las múltiples enfermedades como la bulimia, la anorexia,...
De un tiempo a esta parte yo he decidido hacerlo de otra forma. Intento cuidarme, comer lo más sano que puedo, hago ejercicio, Kárate, camino… Pero no me obsesiono. No voy al Primark, ni intento entrar en aquellos pantalones de cuando era joven, ni me fustigo.
SOBRE MI CALVICIE
Otra valla a saltar ha sido mi calvicie. No recuerdo exactamente cuándo, pero era jovencito cuando empecé a quedarme calvo. Entonces no era como ahora que te encuentras a una persona rapada o afeitada y no lo vemos raro. Las múltiples bromas, para qué contaros, todos con tupes y pelos largos y yo calvito. Mi madre la pobre, se preocupaba de mi falta de cabello y me compraba unas fórmulas magistrales que hacía el farmacéutico, el que con el tiempo llegó a ser mi tío: gotas por la noche, píldoras, etc… Total, para acabar quedándome calvo. No ha sido fácil asumirlo, os lo confieso, pero el tiempo hace que aprendas a sobrellevarlo.
No quiero ser alguien para los demás, si no alguien para mí. Pero os digo que en adelante, no le digamos a nadie calificativos sobre su físico. Acerquémonos a las personas con la mente abierta, sin rechazos de ningún tipo. Sin querer, con un broma, con un comentario, podemos hacer daño a las personas. Puede ser que nunca nos lo diga, pero para mí es triste pensar que por una gracieta mía una persona pueda sufrir. Y un sitio para empezar a practicar es en nuestras familias. No deberíamos permitir ni un sólo comentario sobre el físico de los demás. Ahora hablan del bulling, pero muchas veces eso empieza en nuestra propia casa. Por poner un ejemplo, cuando Diego jugaba al fútbol, pude oir comentarios de los padres a sus hijos como: “ no sé por qué el entrenador no te pone más tiempo y, sin embargo pone a aquel gordito que no tiene ni idea de jugar” o “ qué bien ha salido la actuación del cole, lástima de Pepita, qué patosa, se equivoca siempre”. Comentarios como éstos delante de los chavales hacen imposible que luego ellos respeten a sus compañeros. O también cuando nos oyen criticar a otros por su aspecto físico: “ese es un tripón, no veas como come”. Sólo hagamos el esfuerzo de no valorar a ninguna persona por su ASPECTO FÍSICO


SOBRE MI FOBIA A MI MISMO

Empiezo confesando que no me gusta salir en las fotos. Soy super crítico conmigo mismo. Me veo, feo,gordo,calvo….o mejor dicho me veía. No me aceptaba. Cada vez que hablaba en público, o después de un día con amigos, o de una celebración familiar, venía mi juicio. Con fiscal, defensor y juez implacable. Me examinaba todos y cada uno de mis movimientos, palabras y actos. ¡Qué pesada es esa carga! Era el eterno insatisfecho, y, lo cierto es que  no hacer las cosas con total libertad, te genera un sobrepeso, que produce  “agujetas mentales” durante mucho tiempo. Gracias a los buenos consejos de un amigo y a mi familia, poco a  poco esto se va superando. Hay gente que me dice que no sabía que yo pasaba por este proceso. Y cuando me paro a pensar, veo que no hay mucha gente que me pregunte cómo estoy. A menudo estamos rodeados de muchas personas, convivimos con ellas durante años, son amigos, familiares,... Pero NO LOS CONOCEMOS, presumimos de saber mucho acerca de cómo son los demás, incluso hacemos la pregunta de rigor: Qué tal, cómo estás?, el otro contesta: No me puedo quejar, y aquí paz y después gloria. Creo que seria bueno dedicar tiempo a los demás, crear el clima necesario para que las personas puedan abrir su corazón y expliquen cómo están o cómo se sienten. No se debe dar nada por sentado. En vez de decir después “no me lo podía imaginar, se le ve tan bien” es mejor saber preguntar “¿estás bien? Si me necesitas, cuenta conmigo .

SOBRE LOS GURUS, ENTRE ELLOS YO
Supongo que como todos, en la soledad del coche, o donde sea, yo pienso muchísimas veces sobre mi vida. Pero ahora veo que me he analizado mucho en lo demás!!. Me explico.
Siempre quiero agradar a todos en todo momento. Por otro lado, mucha gente de la que he estado rodeada, me ha dicho infinidad de veces lo que se espera de mí, lo que es correcto, para qué valgo yo, cuál debía ser mi camino. Hablo de profesores, amigos, sacerdotes, etc… Desde bien pequeños estamos rodeados de tanta gente que espera cosas de nosotros,que ven nuestro futuro con una clarividencia que asusta. Todo eso ha provocado en mí, sin que suene a excusa, infelicidad, por no llegar  a las metas que otros parecían esperar de mí.  Cuando era pequeño, mis notas no eran muy brillantes. Pero como en algunos tests psicotécnicos mis resultados eran excelentes, todos pensaban que yo podía llegar lejos, y, si no lo hacía era por ser un poco vago (palabras textuales de algún que otro profesor mío). ¿Dónde tenía que llegar? No se sabía bien, pero lejos. No sé si más lejos que ahora o menos. Yo era y soy una persona dispersa, con lo cual me resultaba, y aún es así, muy difícil concentrarme en una materia. Saqué el graduado escolar con calificación  BIEN alto. Me mandaron al instituto a estudiar, porque entonces el que iba a formación profesional era mal estudiante: ja,ja y ja, ¡qué mal entendida la educación! ¡Qué catástrofe! 1º de BUP se me hizo laaaargo, suspendí un montón de asignaturas. No iba preparado, no digo que el colegio no me preparase bien, pero suspendimos una gran parte de los que allí fuimos.
Me sentía un fracasado. Las burlas de mi profesora de matemáticas a mis malas notas, delante de toda la clase no ayudaban. Que mi profesor de Lengua castellana me suspendiera hasta septiembre, por el simple hecho de ser cristiano y en una charla decir que estaba en contra del aborto tampoco ayudó. Y si a eso le sumamos mi falta de interés, de esfuerzo y de saber dónde iba, se entiende el resto.
Repetí curso, me fue algo mejor, pero segundo de BUP ni lo acabé.
Entonces, una mente privilegiada, me dijo que yo tenía que haber cogido Formación Profesional, y así lo hice. Mis padres me matricularon para hacer electrónica, que parecía que me gustaba. ¡¡De nuevo fracaso total!! Sin excusas, no valía para eso.
Os digo de corazón que el sufrimiento era máximo. ¡Qué especie de inútil era! Me apuntaron a clases de repaso en un buen colegio, que le aconsejaron a mis padres. Muy serios, muy severos, todavía se podia recibir alguna que otra colleja de aquel profesor con pantalones mil rayas sucios, con olor a tabaco rancio, que fumaba como un carretero, encendía un cigarro detrás de otro en clase, con los dedos amarillos del tabaco, mal aspecto, pero de quien decían que era muy buen profesor, y no seré yo quien lo discuta. Ni por esas. Ni con repaso ni sin repaso. ¡Un fiasco!
Guardo de aquella época el recuerdo de mis paseos a la hora del bocadillo, solo por aquellos parques y jardines de alrededor. Me sentía triste, no sabía qué hacer con mi vida. Mi madre entonces habló con el peluquero de la esquina y entré a trabajar con él de aprendiz, lavaba cabezas y barría pelos como si no hubiese un mañana. Al curso siguiente me decidí a aprender  peluquería. Y me saqué el título con buena nota. Me gustaba mucho, cortaba bien el pelo a mujeres y hombres, era bastante bueno con las permanentes y el secador de mano, y me dieron el título también gracias a un recogido tipo Grace kelly que le hice a mi pobre hermana Montse, que tuvo que aguantar no sé cuantas horas de sesión de peluquería. Me sentía feliz, había conseguido algo por mi esfuerzo. Cuando quise buscar trabajo, no tuve mucho problema. Pero no me duró mucho la alegría. Trabajaba mucho y cobraba poco, me explotaban, como era el nuevo. Tampoco duré mucho.
Despues en resumen, trabajé en una empresa eléctrica, de la que me echaron por defender a mis compañeros de un tirano jefe que llevaba en su bolsillo un llavero con la cara de Franco y que nos obligaba a darle la mano al entrar y al salir, pagándonos una miseria y con unas broncas de película.
Después estuve en la fábrica de mi padre, y después comencé mi andadura de comercial. Eso lo dejo para otro día, o un libro….
Gracias a Dios, no me ha faltado el trabajo, me considero una persona trabajadora, pero no he cumplido nada de lo que se esperaba de mí. Todos lo visionarios se equivocaron, yo el primero. Me costó encontrar para qué sirvo, pero ahora lo sé. Quiero trabajar ayudando a los demás. Y, concretamente, ¿cómo?, pues con cualquier trabajo que me permita tener contacto con las personas y ofrecerles mis conocimientos, mis contactos, mi experiencia. La de comercial me permite mucho de eso. Tengo mucho contacto con personas, para mí fundamental, aprendo mucho de ellos y les intento ayudar en su negocio con lo que yo les puedo dar, a veces mucho y otras veces menos. Cada visita que hago a un cliente intento que sea un momento especial, y no sólo venderle algo para obtener un sueldo a final de mes; trato de dar un valor añadido, que sea una visita agradable, una sonrisa, un buen momento.

En eso estoy, intentado ser YO, con mis defectos y virtudes, pero YO, en esencia. No he ganado la guerra contra mi mismo, no creáis, pero voy ganando bastantes batallas. Me siento feliz…. Y voy a intentar con todas mis fuerzas y con la ayuda de Dios, ser un hombre más sincero consigo mismo, más amante de mi mismo. Me quiero querer más. Os parecerá un poco narcisista, nada más lejos de la realidad. El mandamiento de la ley de Dios dice ”Ama al prójimo como a tí mismo”. La caridad y el amor ha de empezar por uno mismo, pero siempre con la mente y el corazón puesto en proyectar ese amor hacía los demás. Os quiero dar lo que tengo, pero para eso he de estar lleno.. No sé si lo expreso bien. Pero si me váis conociendo a través de lo que escribo, acabaréis sabiendo lo que quiero decir.

viernes, 14 de abril de 2017

    BETANIA, MI SEGUNDA CASA
Voy a coger otro vuelo e ir a buscar mis raíces. Y una parte importantísima de mi vida es Betania. Para los que no lo conozcáis, Betania es un convento de monjas, Misioneras Hermanas de Betania. Tienen también un colegio a su cargo y, justo al lado, un pequeño convento. Un Oasis en medio de la ciudad.
Está rodeado de jardines, árboles y una representación de la gruta de la Virgen de Lourdes. Un remanso de paz, un silencio que sorprende, en medio de una gran ciudad como Cornellá.
Hace la friolera de 40 años, un día fuimos toda mi clase allí, a la Misa funeral del padre de un compañero. Era la primera vez que entraba allí. Una capilla pequeñita, pintada de blanco, apenas unos bancos y eso si mucha naturaleza.
Yo vengo de una familia católica y practicante. Todos los domingos íbamos juntos a Misa, en la parroquia Virgen del Pilar de Cornellá. Desde que llegamos a esta población, empezamos a ir allí, con el padre Francisco y el padre Esteban. Aquí hice mi catequesis de primera comunión y aquí recibí mi Sacramento. Fueron unos años muy bonitos, era una parroquia con mucho movimiento, el padre Esteban cuando acababa la Misa, salía y siempre cogía  gente para organizar cosas o los liaba para que se ocuparan de otras: limpieza, catequesis, castañadas, reunión de señoras…y un largo etcétera. Todo iba bien, hasta que el  padre Esteban marchó de misiones a Puerto Rico. Cuando volvió recuerdo una recogida de firmas para que no lo cambiasen de parroquia, pero al final lo destinaron a otra
No recuerdo muy bien el porqué, pero al poco tiempo dejamos de ir a esa iglesia y empezamos a ir a Misa a Betania.
Las monjas eran muy buenas, acogían a todos, como en el pasaje de la Biblia de Betania. Tenían un huerto grandísimo, donde plantaban de todo, tomates, judías verdes, lechugas, patatas, etc… Un gallinero donde tenían gallinas, gallos, conejos y patos. Cogían de todo para sus necesidades diarias y también vendían a tiendas cercanas para sacarse un dinerito que no les iba mal.
Tenían una pista de baloncesto de tierra, con dos canastas que a mí me parecían altísimas…
Aquí empezó mi andadura por esta casa. Íbamos unos amigos y yo a ayudar en las tareas del huerto con la hermana Esperancita, poníamos cañas, recogíamos lechugas…y lo más importante para nosotros: nos llevaba al comedor del convento y nos invitaba a unos canapés y unos refrescos…Nos sabían a gloria, además, lo más inquietante para nosotros era ver una puerta que ponía Claustro y por la que no entraba nadie que no fuesen las propias hermanas. Qué misterioso nos parecía todo. La merienda y las bebidas nos las daban a través de un torno, ese instrumento que da vueltas y comunica la cocina con el comedor….y no veíamos a nadie. Era una intriga tras otra. Cuando uno es pequeño, todo le parece grande. Aquelos pasillos iluminados sólo por una luz tenue. el sonido de las hermanas rezando vísperas. La hermana Mª Antonia tocando el órgano. A su vez la hermana Esperancita nos enseñó a hacer de monaguillos. Nos aprendimos todos los nombres de las cosas, el Cáliz, el Copón, el cíngulo, cuántas cosas nuevas y qué ilusión nos hacía.
Estábamos deseando que llegase el momento de ir allí. Qué bien lo pasábamos. Todo era nuevo para nosotros, todo bueno, las hermanas nos trataban con un afecto increíble, nos sentíamos importantes.
Aquí empezó mi andadura de monaguillo, los Domingos a las 12h, los Sábados a las 19,30h, no me importaba en cuántas Misas estaba, me sentía útil, me sentía tan bien con tan poco y con tan mucho…estaba siempre en el Altar, cerca de Jesús Eucaristía..
Todo no era tan..digamos….perfecto. también hacía alguna trastada. Nunca había probado ese vino que el sacerdote convertía en la sangre de Cristo. Que curiosidad saber a qué sabía. Una tarde mientras nos preparamos, para una misa y en un descuido de las hermanas, mis amigos y yo le dimos un sorbo al vino. Era dulce, muy agradable. nos quedamos con la sensación de probar el vino celestial. Como fue un sorbo no nos impidió hacer nuestras tareas.
En Betania, siempre ha habido sacerdotes muy buenos, yo recuerdo con muchísimo cariño al padre Jiménez, al padre Jordi y al padre Navarro.
Que sacerdotes más buenos, ojalá hubiese muchos como ellos, eran un ejemplo para cualquier persona que los conociesen.
El padre Jiménez era mi confesor y la persona que me guiaba, cuántas conversaciones con él, cuántos consejos…me dio muchos, pero hay uno que no he olvidado jamás. Le pregunté: Padre en caso de una discusión, en la que los dos tienen su razón y se enfadan por ello, quién tiene que ir primero a pedir perdón? Me contesto con ese cariño que le caracterizaba: “ NO IMPORTA QUIÉN TIENE MÁS RAZÓN. SI POR IMPONERLA HIERES A ALGUIEN, ES QUE NO HAS SABIDO TRANSMITIRLA BIEN. PIDE TÚ PERDÓN PRIMERO, COMO DECÍA  SAN AGUSTÍN: AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS”.
Otro recuerdo es que siempre lo veía con su sotana remendada y sus zapatos envejecidos. las hermanas y algún feligrés le regalaba unos zapatos o le regalaban una sotana, era feliz con lo poco que tenía.
Cómo no voy a estar enamorado de Dios. He tenido a mi lado tanta y tanta gente buena, sencilla, tan espiritual que transmitían esa fe de una manera que es imposible no impregnarte de ella.
Recuerdo Semanas Santas, procesiones, Semanas Marianas del mes de Mayo con el padre Jordi: nos quedábamos perplejos de ver como ese sacerdote hablaba con tanto amor, de la Virgen María, con qué fe tan profunda le pedía.
Quiero mencionar un momento muy importante en mi vida que me sucedió con este sacerdote. Unos años más adelante tuve eso que se dice una crisis de fe. Incluso estuve un tiempo sin ir a Misa, no quería saber nada con la Iglesia…me aparté, disfrutaba con la novia, me iba de juerga y dejé de lado toda mi infancia y adolescencia…Un día no recuerdo porqué, me encontraba tan mal, eso sí lo recuerdo, que necesitaba encontrar mi camino. Me sentía perdido, vacío…había hecho muchas cosas ese tiempo, pero ninguna me llenaba. Un día me armé de valor y me fui a confesar a Betania. Estaba confesando el padre Jordi. Yo hacía como un año que no me había acercado por allí…me daba una mezcla de miedo, respeto, confusión, guerra conmigo mismo: entro o no entro. Al final entré, me puse de rodillas ante aquel sacerdote y cuando me disponía a hacerme violencia para contarle todos mis pecados o lo que me preocupaba..el padre Jordi hizo algo que jamás me hubiera esperado. Apoyó mi cabeza en su pecho, junto a una cruz muy grande que llevaba colgada del pecho (de los misioneros) y me susurro: Dios te quiere mucho, estaba deseando que vinieras. Y no me dejó decir nada. Me dijo: léete la parábola de hijo pródigo, me dio la absolución, me dijo que le rezara a la Virgen y que marchara en paz. Salí de allí con una sensación que no soy capaz de transmitiros, me faltaban unos cuantos centímetros para que mis pies tocasen el suelo, me sentía amado, perdonado, readmitido…Cuánto bien hizo en mi ese sacerdote. Cuando leo algo del Papa actual Francisco, sobre la misericordia, recuerdo ese día. Quién soy yo para criticar o juzgar a los demás. Yo recibí un abrazo en un momento en el que me esperaba un castigo o una regañuza y eso deberíamos hacer todos: Abrazar, comprender, amar.
Misericordia es  compadecerse de los demás, compadecerse es compartir y compartir es dividir y repartir. Eso es lo que me pasó a mí y eso me gustaría yo a hacer a los demás.
Voy a confesaros algo. En un momento de mi adolescencia, me llegué a plantear si quería ser sacerdote. Yo me decía a mí mismo: la obediencia la llevo regulin, creo que me gustaría ser padre, la pobreza no sé cómo la llevaría. Qué hacer? Por entonces el padre Navarro venía a celebrar la Misa de 7,45h de la mañana y yo antes de irme al cole, me levantaba, me peinaba y me iba a ayudar de monaguillo, luego desayunaba y luego al cole. Me encantaba hacerlo, qué queréis que os diga. Un día le explique mi inquietud y me propuso ir una Semana Santa a un seminario menor en un pueblo que se llama Ontaneda, en Santander. Lo consulté con mis padres, me dejaron ir y junto a mi amigo Johny y Manolo Querol nos fuimos los tres, a ver si teníamos o no vocación. Qué viaje más bonito. Íbamos en coche, uno americano, una marca rara, comimos en Burgos, la mejor sopa castellana que haya probado, churros en Santillana del Mar… Y llegamos a Ontaneda.
Era como un palacio del siglo XIX, grandioso, o eso me pareció a mí, tenía unas escaleras de película. Los jardines eran enormes, con piscinas, con chorros de agua, con campos de fútbol, con árboles gigantes. Los alrededores eran verdes, tan verdes que dolía la vista. Típico paisaje de Santander. Llegamos de noche, nos acogieron muy bien y fuimos a cenar.
Nos separaron a los tres y nos pusieron en mesas separadas con otros chavales. Yo con la simpatía que me caracteriza, empecé a hablar con todos y notaba que nadie me contestaba, estarían enfadados conmigo por algo? Eran tímidos? Pues ninguna de esas razones. Era simplemente que al empezar la cena durante un rato había silencio, mientras un chico iba leyendo un libro de vidas de santos o la Biblia. Me quedé muerto. Primera metedura de pata. Llegó la hora de dormir. Me explicaron que por decoro ya que todos dormíamos en una mega sala, había que ponerse el pijama dentro de la cama. No sé si alguno de vosotros ha intentado semejante hazaña. A oscuras, dentro de la cama, sin práctica…..el resultado fue que dormí toda la primera noche con una sola pata del pijama puesta. La otra no fui capaz de encontrarla. A la mañana siguiente, un sacerdote encendió todas las luces de golpe, he iba recitando jaculatorias, a las cuales había que responder, mientras te cambiabas el pijama dentro de la cama, saltabas de ella y la estirabas… Jolin que estrés!!!!! Era imposible llegar a la fila en el tiempo que pedían. Luego, desayuno, jugar a fútbol, estudiar, aprender canto con el padre Cipriano, un sacerdote de 2 metros, y demás actividades propias de Semana santa.
He de decir que en esa época del año en Ontaneda hacía una rasca importante. Escarchaba por las noches. Y muchos días pretendían que nos bañásemos en una piscina de agua sulfurosa, agua caliente con un olor a huevos podridos que tira para atrás. Nosotros tres que no éramos chicarrones del norte, nos disculpamos diciendo que estábamos resfriados.
Si cierro los ojos, veo ese cielo lleno de estrellas, las montañas, la hierba tan verde, me sentía como Heidi. El olor a los “sobaos” una especie de bizcocho de mantequilla que se derretía en la boca, que cosa más buena.
Pero de vocación, por ahora nada de nada. Pasaron los días y nos volvimos para Barcelona, con un buen sabor de boca, pero con la idea clara que aquello, por lo menos para mí, no era mi camino.
Me he ido un poco del tema, pero quería compartir con vosotros esta parte de mi vida que nació en Betania.

Doy un salto de unos años que estuve ausente de Betania por diversos motivos que no me acuerdo o no quiero acordarme, jeje, memoria selectiva le llaman. Me fui a buscar otros horizontes. Estuve en varias parroquias, colaborando, ayudando, montando grupos de niños y jóvenes. Siempre currando y con mi guitarra debajo del brazo nunca mejor dicho. Pero aquí que un día en una conversación con la madre Montserrat, decidimos volver otra vez a Betania. Era ya la segunda. Todo volvía a ser como antes, pero con un cambio muy importante. Que yo volvía casado y con un niño pequeño. Y aquí seguimos todavía hoy, después de otros 13 añitos, cantando, ayudando lo que podemos, poniéndonos en manos de las hermanas para ser unos miembros más de esa comunidad. He tenido mucho trato con varias hermanas. Pero he de hacer hincapié en la madre Montserrat. Me conoce hace tantos años, que me conoce perfectamente. Siempre ha estado a mi lado cuando la he necesitado. Me ha dado muy buenos consejos, he disfrutado de largas charlas. Trabajamos con ella en varias actividades, que pensamos pueden ser bueno para todos los que allí vamos. Nos sentimos muy agusto, tenemos esa sensación tan buena de que vamos con la disposición de ayudar, no de imponer nuestras cosas, con la madre Montserrat nos pasa lo mismo. Jamás hemos notado ningún tipo de imposición. Hablamos la idea, la maduramos y si está de Dios, la hacemos. Nos ha abierto, el convento como si fuese nuestra casa. Por segunda vez volvía como el Hijo pródigo. Habrá una tercera? Quién sabe!
Dejadme que recuerde aquí a la hermana Eva. era de las más jóvenes. tocaba la guitarra y llevaba la catequesis del colegio. Con ella en los últimos años también tuvimos mucho contacto. Me dejaba la guitarra para que se la afinase. en al MIsa del gallo y en la Misa de Pascua, era famosa por su alegría. En Navidad se sentaba con nosotros a tocar la pandereta y en la Misa de Resurrección tocaba las palmas con una alegría contagiosa. Tuvimos muchas ocasiones de reír con ella y de cantar. Tristemente enfermó. Un cáncer la fue apagando poco a poco. con qué cariño la cuidaron las hermanas de Betania. Cuanto se sacrificaron por ella, ese tiempo, dormir poco, intentado darle paz para asumir su enfermedad. Todos rezamos para que fuese la voluntad de Dios, el mejor que nosotros sabe lo que conviene aunque no nos entre en esta cabezota tan dura. Al final el señor se la quiso llevar, los que estaban con ella en esa hora dicen que dulcemente.
Qué cantidad de gente pasó por su capilla ardiente. Allí en su ataúd en una de las capillas de Betania. Junto con su familia le hicimos a Misa de cuerpo presente. Yo con el permiso de su hermana y de las hermanas de Betania toque con su guitarra, aquella que tantas veces afiné y que me recordaba en esa hora, lo bien que tenemos que afinar nosotros nuestra vida para un buen morir y una vida eterna.

Ha pasado de estos hechos casi un año,  aquí seguimos, en nuestra segunda casa, con las personas que queremos, cada domingo veo allí a mis padres, a mis amigos y a tantas y tantas personas que me importan y nos sentimos arropados y felices de seguir trabajando en la viña del Señor.

Ahora cantamos y tocamos la guitarra los tres, sí, mi hijo también nos acompaña con su guitarra y sus 14 añazos.

BETANIA: Lugar de reposo, de consuelo, de paz y serenidad para Jesús y para todo el que quiera ir.

Permitirme un homenaje a tantas personas que han estado con nosotros y ya no están. Se les nota a faltar y todas y cada una de ellas dejan una impronta en nosotros

martes, 11 de abril de 2017




SI LEÉIS ESTE BLOG EN EL MÓVIL IR ABAJO DEL TODO Y LEERLO EN FORMATO WEB, DE ESTA FORMA VERÉIS ALGUNA FOTITO Y ALGUN ENLACE. GRACIAS

jueves, 6 de abril de 2017

LA MELODÍA DE MI VIDA: MI GUITARRA

Una parte importantísima en mi vida ha sido la música. A la edad de 16 años un vecino de Alamillo, conocido de mis padres y de mi tío, me propuso que tocara algún instrumento. Mi madre ya lo había intentado antes, teníamos un conocido que era profesor de piano en el conservatorio y le propuso que me enseñara. Yo a la edad de 14 ó 15 años no estaba preparado para eso….me parecía aburridísimo, el señor tocaba el piano perfectamente, pero a mí aquella música tan bien tocada no me decía nada...no me llegaba…Inculto que es uno y más a esa edad que yo sólo pensaba en el futbol y pasármelo bien.
Pero mira tú por donde, mi paisano, que se llamaba Marchena y que era músico y creo que director de la banda de música que había en Alamillo, me propuso que por qué no aprendía a tocar la guitarra. Dicho y hecho, mi tío Cirilo  que tiene el monedero del mismo tamaño que su corazón, grande, me metió en un Renault 5 junto a mi paisano Marchena y nos fuimos los tres a Barcelona en busca de la guitarra. Recuerdo que nos llevó a una tienda que aún existe, creo que se llama La Clave de Sol, y me compró mi primera guitarra, su funda y un libro rojo con la metodología para aprender a tocarla con acordes y con cifra y, lo más importante para mí, sin solfeo. Recuerdo aquella primera guitarra como olía a una mezcla de madera y cola. Las cuerdas eran para mí una cosa que no tenía sentido ninguno, unas más finas, otras más gordas. Las tocaba y el sonido la verdad es que incluso no me era demasiado agradable.
¡¡¡Qué tarde pasé!!! No era capaz de sacarle un buen sonido a aquella guitarra ni muerto, me dolían los dedos, el FA ¡¡¡que difícil!!! Creo que ensayé unas horitas y la dejé por imposible ese día. No recuerdo bien, pero mis padres y hermanas tuvieron que sufrir mucho mis ensayos constantes
Esta es una constante en mi vida, me ilusiono por algo, lo cojo pensando que será fácil y cuando veo la realidad, se me hace cuesta arriba seguir…¡que inconstante! Cuantas veces nos pasa eso, vivimos de pasiones, de sueños, pero cuando la realidad nos pone en nuestro sitio, cuando hay que demostrarnos a nosotros mismos que podemos continuar…cuántos bajones, cuántas deserciones: de responsabilidad, de compromiso. Pero cuánto aprendizaje en todo esto.
Seguí intentando tocar la guitarra, veía a  amigos míos tocar y,mee parecía tan bonito, que seguí un poco más….
He de hacer un agradecimiento en este momento a mi familia. Me aguantó tanto…hasta el punto, un poco escatológico he de decir, que me dio por ensayar en el lavabo. Lo sé, lo sé, qué poco romántico, pero oye, esa resonancia, ese eco…no lo encontraba en ninguna otra parte. Qué paciencia: ¡¡¡Miguel sal ya!!! ¡¡¡Que tenemos que entrar los demás!!! Y yo entregado a mis cosas…de guitarra claro.
Entonces yo me movía dentro de un grupo católico (Fordis) al cual dedicaré un capítulo más adelante, había varias personas que tocaban la guitarra en las actividades, en asilos, en Misa y yo quería ser como ellos. Un día Manolo Espinosa, un paisano del pueblo y un amigo dentro del grupo, nos propuso enseñarnos a mí y a otro amigo mío. Nos daba unas pautas a seguir, y nosotros dos, cada tarde que podíamos, quedábamos para ensayar lo que Manolo nos había enseñado. Poco a poco, aquella guitarra empezaba a no sonar tan mal…Empezamos a tocar nuestras primeras canciones, muy sencillas, pero a mí me parecía maravilloso poderlas interpretar. Me iba solo a Betania por las tardes al lado de la gruta de la Virgen y allí me pasaba horas tocando, dándoles la paliza a las pobres Hermanas Misioneras de Betania. Más adelante hablaré de ellas.
 Iban pasando los años y la guitarra se convertía en un apéndice más de mi cuerpo. Me la llevaba a todas partes: excursiones, actividades, vacaciones. A todos lados. Empecé a tocar en las Misas de Betania, componía mis primeras canciones, en fin, miles de anécdotas con mi fiel compañera.
Un día por la tarde de esas tardes que yo dedicaba en mi soledad a cantar, (me gustaba ir a Betania, sentarme en el coro y con la acústica de aquella capilla, a solas con Dios, hacía un buen rato de oración cantada) decidí que mi música, la que yo interpretaba, no se podía quedar en un simple hobbie, en un simple pasatiempo y, desde aquel día, le prometí a Jesús allí, de rodillas ante aquel sagrario, que mi música sería para hacer el bien a los demás.
Y eso he intentado e intento hasta el día de hoy. No soy un gran guitarrista, no soy un gran cantante, eso sí, soy todo corazón en lo que canto. Sea el estilo que sea y esté donde esté.
Lo doy todo, es mi manera de decirte que deseo que te sientas bien, que tengas paz, que Dios te cuide y te guie.
En uno de los múltiples coros que he formado, les explicaba lo importante de transmitir. Tú puedes ser perfecto en la ejecución, das todas las notas perfectamente, el tempo, los silencios, todo al milímetro, pero si no le pones corazón, es frío como el hielo. Sin embargo, si tú pones todo tu cariño a esas notas, puede que alguna no esté perfectamente ejecutada, pero deja un bienestar en tí y en los demás que pocas cosas como esa te hará estremecerte tanto. A quién no se le pone la piel de gallina con una canción, o vive un momento en que parece que flota.
Mi experiencia me dice que uno transmite de lo que está lleno. Y ojalá sea eso mi vida. Saber transmitir todo lo bueno que siento, todo el bien que me gustaría hacer por los demás.  Transmitir mis vivencias de tantas y tantas equivocaciones y meteduras de pata por mi parte, pero también de tantas y tantas cosas bonitas que me pasan. Mi mujer, mi hijo, mi familia, vosotros mis amigos, la cantidad de personas que voy conociendo y que me enriquecen cada día.
 Quiero volver a la melodía de mi vida. He pasado tan buenos momentos junto a mi guitarra que serían incontables e impagables. Horas y horas ensayando, enseñando a otros como a mí me enseñaron, cantando desde gregoriano, pasando por el toro enamorao de la luna, canciones de tuna, y un sinfín de letras y melodías.
También he sido capaz de querer tanto a mi guitarra, que un día por la noche un chico que iba por la calle me la pidió para tocarla y yo me negué a dejársela, quién era ese tío, con ese descaro. Resulta que no le quise dejar la guitarra a uno de los hermanos del dúo “Estopa”.
Otra persona que ha marcado mucho mi amor por la guitarra y la música ha sido Manuel Ángel. Manuel, es una persona que coge una guitarra y es capaz de animar al más depresivo. Qué tardes en su casa, cantando, buscando melodías, coros, segundas voces…..que bien lo pasábamos. De él he aprendido casi todo lo que sé.” Niño, vamos a darlo todo” me decía. Sólo con mirarnos sabíamos que tenía que cantar cada uno, tiene un oído prodigioso, capaz de escuchar a 15 personas cantando y saber qué tiene de bueno y malo la voz de cada uno. Si tuviese que resumir en algunas palabras a Manuel Ángel sería: sensibilidad a flor de piel.
Capítulo aparte tiene un proyecto que se hizo realidad el año 1996. Llevaba ya unos años cantando en la tuna del club Fordis y me lo pasaba en grande, me gustaba lo que provocaba en las personas y junto con Javier Gascón y Cecilio decidimos crear una propia tuna para dedicarla a pasárnoslo bien y hacerlo pasar bien a todos, los fines de semana. Nos cogimos nuestros instrumentos y nos fuimos a unos bares a Castelldefels a cantar sentados mientras que tomábamos algo. Mucha gente se paraba para escucharnos y se sentaban en la terraza de aquel bar y cantaban con nosotros. El dueño del bar encantado nos invitaba a lo que quisiéramos y nos animaba a ir cuando quisiésemos.. Pensamos: vamos a hacer unas tarjetas de visita y las vamos dando…. Y pusimos el proyecto de la tuna en manos de Dios.
Eso sí como dice el refrán: “A Dios rogando pero con el mazo dando”  ensayábamos dos veces en semana en el colegio de Betania, escuché cintas y cintas de cassette, (para los más jóvenes, era un artilugio de mi época dónde se grababa la música) para buscar las canciones más bonitas, copiar letras, etc.
Una verdadera currada. Hicimos como unas pequeñas normas, los tunos fundadores. Por ejemplo: no podíamos beber alcohol con el traje de tuno, en las actuaciones teníamos que ser simpáticos, pero no groseros, entregarnos a tope “sudar el traje”, participar de los ensayos….y unas cuantas más.
Mientras, conocí a Elsa, una señora del barrio, que casualidad, bueno no creo en las casualidades, era modista, tenía un taller de diseño de ropa. Le propuse si podría hacernos unos trajes de tuno, baratitos, ya que ninguno de nosotros estaba demasiado boyante de dinero.
La propuesta por parte de Elsa fue que si nosotros comprábamos la tela ella nos los haría muy baratitos. Y ahí empezó mi vena de comprador de telas y pasamanería. Recorrí unas cuentas tiendas al por mayor y al final compramos las telas y demás y así Elsa, pudo confeccionarnos nuestros trajes de tuno, negro y verde.
Las tarjetas anteriormente repartidas empezaron a hacer efecto. Nos llamaban para cantar en cumpleaños, en despedidas de soltera, en fiestas de barrios, etc.
¡¡Anda que no rondamos a novias!!…íbamos con el novio la noche antes de la boda a su casa y, por sorpresa, empezábamos a cantar debajo de su ventana, balcón, terraza o en algún caso debajo de un  8º piso (qué gritos para que nos oyeran cantar) y siempre hacíamos dos cosas muy características en nuestras rondas: el novio salía por sorpresa y regalaba un ramos de flores a su prometida, y nuestra canción de “Elsa” rodeando a la novia con una capa de tuno puesta,  nosotros arrodillados en círculo y ella en medio. Se sentían en la gloria, según nos confesaban. Cuántas parejas llorando de emoción, cuánto amor verdadero vimos.
Nos juntábamos en una cafetería de Cornellá (Dolç) y allí calentábamos motores, dispuestos para nuestras primeras actuaciones… Nuestro nombre primero fue la Tuna trovadores, éramos tres, luego cuatro, cinco, y así hasta 12 personas, que fue al máximo que llegamos…. Todos los que la formamos decimos lo mismo, cuánto bien hicimos y cuánto nos ayudó a nosotros. Uno de nosotros, al cual no nombraré, pues no le he pedido permiso, nos confesó que gracias al dinerillo que iba sacando pudo pagar los pañales de su hija. Otro, tampoco nombro por lo mismo, venía de pasar una época fuera de su entorno, probando en otros menesteres y cuando volvió, un poco desubicado, la tuna lo acogió y creo que también le ayudó.
Como buenos tunos cada uno tenía un nombre de guerra, José Luis Gascón “ Pepo”, nos ponía los motes: “ Marmo” por marmota, uno que dormía mucho,”Lucho”, “Céspedes” que era jardinero, etc.  Y yo, “Tutto Morricone”, cosas del “Pepo”.
Cobrábamos muy poco dinero por actuación y así podíamos seguir haciendo más trajes, comprábamos instrumentos y teníamos nuestros gastos cubiertos, pero sudábamos tinta en cada actuación. Empezábamos los Viernes por la tarde y acabábamos a las tantas y el Sábado por la noche otra vez. Siempre respetuosos con todos, siempre alegres...llegamos a cortar calles por la policía, todos los vecinos bailando, despertábamos a urbanizaciones enteras contratados por el ayuntamiento, concluimos un congreso médico en Vic, y así cientos y cientos de actuaciones en las que en todas, nos daban las gracias por lo bien que les habíamos hecho sentir. Eureka!! Objetivo conseguido. Utilizar la música para hacer el bien.
Eran famosos nuestros brindis, los cuales íbamos aprendiendo de otras tunas o de gente que nos los enseñaban. Uno era:
Tunos, estamos todos? ……. Estamos
Cual caballeros………………….Cumplimos
A las mujeres……………………. Amamos
Con los hombres………………...Nos batimos
Tuna porque el que bebe………se emborracha
El que se emborracha…………..Duerme
El que duerme……………………..No peca
El que no peca………………………Va a al cielo
Puesto que al cielo vamos………Bebamos, bebamos, bebamos.

Merece la pena mencionar una actuación en el Hotel El Rancho, una boda como nunca vimos una. Dos familias enfrentadas, los novios llorando del mal ambiente que había entre dichas familias, el hombre que nos contrató quería pagarnos y que no actuáramos porque no estaba seguro qué pasaría. Después de pensar un momento y hablado con los demás tunos, les propuse que entrásemos e intentásemos hacerles pasar un buen rato. Total, lo peor que podía pasar es que nos echaran de allí de alguna manera. Bueno, era una cosa que no nos había ocurrido, un aliciente más. Con más miedo que vergüenza, me puse el primero, a mi espalda “el marmo” Javier Gascón, delante el pandereta. Tunos, grité, preparad la canción de “Las cintas de mi capa” y que sea lo que Dios quiera, ponedle corazón.
Y así entramos, cantando a voz en grito ante la sorpresa de todos los presentes, novios incluidos. Acabó la primera canción y… Unos tímidos aplausos, dos o tres. Tunos a por otra y así iban cayendo una a una varias canciones, ya se veían volar servilletas, alguno nos acompañaba con palmas… tunos vamos a por la conga!! Conseguimos ponerlos a todos de pie,  Muriana (otro tuno) dirigía la conga, el novio y la novia le seguían, después los invitados.
Estuvimos casi 1 hora cantando, nos lo pasamos fenomenal. Al acabar la actuación, los novios abrazados a nosotros llorando, las familias bailando entre ellos , todos dándonos las gracias de una manera que no olvidaré jamás mientras viva. Eran unas gracias, tan sinceras, tan de corazón, que no pudimos más que emocionarnos nosotros también.
Fue una inyección de hermosura como hay pocas...sentirte tan bien, haciendo el bien…..Estábamos destrozados, sudados, habíamos pasado muchos nervios, pero la cara de aquellos tunos, la mía incluida, merecía todos los sudores del mundo…..
A cosas como éstas me refiero cuando digo el bien que hicimos. Conocimos a Gloria una voluntaria de la cruz roja que nos mandaba a cantar a distintos sitios de personas mayores, discapacitados etc. Qué época más bonita, cuántas sonrisas, cuántos agradecimientos. Cuántos buenos momentos. En una actuación había una chica parapléjica, yo veía lo bien que se lo estaba pasando. Al final me acerqué a ella  y mantuve una conversación con ella, lo que me dijo no se puede pasar por alto.” Por unos momentos, habéis logrado que no recordase que  vivo en una silla de ruedas, he flotado” qué mejores cosas te pueden pasar en la vida que estos momentos. Aunque fuese un ratito, sólo a una persona de aquel público a quien hicimos feliz, ya vale la pena.
Aquí también he de mencionar lo mucho que se” liga” siendo tuno. Tenía un club de fans muy considerable, la media de edad era de unos 70 años. Qué abuelas más buenas…cuantas batallas nos explicaban, MOMENTAZOS para no olvidar.

Han pasado algunos años desde que decidimos no seguir en nuestra tuna. Nos íbamos casando, niños, más trabajo, la edad que no perdona… Eso sí, cuando nos vemos, nos abrazamos como hermanos y es que lo somos de verdad, de corazón.

Eso es devolverle a la vida lo que la vida te ha dado, o mejor dicho, poner al servicio de los demás los dones  que nos da Dios.
Ya sé que nadie me ha pedido el consejo, pero yo os lo voy a dar, soy muy cabezón pero maravillosamente imperfecto…
Dedicar la vida haciendo el bien, es lo que más merece la pena. Haz el bien en tu casa, con los tuyos, ámalos con todo, sus defectos, sus virtudes, ámalos, disfruta de las personas que te rodean, sonríe, abraza, sé feliz y haz felices a los demás y cuando acabe cada jornada, da gracias a Dios y respira profundamente, date un abrazo a tí mismo/misma…eso es un buen pedacito de cielo…y tú te preguntas dónde está el cielo? En esas cosas. En pasar haciendo el bien.
Un rinconcito de sinceridad: En todo esto hay un poquito de egoísmo, lo he de confesar. Me siento tan bien yo haciendo el bien, que no quiero parar. Es un círculo cerrado: como me siento bien, hago el bien, y viceversa.
“Ama a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. Cómo voy a  amar a alguien, si no sé amarme a mí. Eso ha sido una constante en mi vida, todo lo bueno para los demás y mientras yo flagelándome de que siempre era poco, de que podía mejorar…puede ser que me he exigido tanto a mí mismo  que en algún momento me hubiera faltado disfrutar más.

En los años siguientes he seguido con mi guitarra, acompañando, bodas, comuniones, celebraciones… He de mencionar a mis gemelitas, Elena y Neus. Dos niñas adorables que me ayudaban con sus guitarras o con sus flautas o cantando en muchas de ellas. Ahora, ya adultas las sigo queriendo como si fuesen dos hermanas y de vez en cuando nos juntamos y seguimos cantando. Y agradecer a tanta y tanta gente que no sé si cabrían y que por miedo a dejarme alguna prefiero no nombrar. El grupo Voces Unidas, mis dúos con Javier Gascón cantando, Anduriña,…
También me atreví a organizar un coro con los compañeros de trabajo. Como lo leéis. Muchos no habían cantado así en un coro, pero íbamos quedando en casa con ellos, ensayábamos, cantábamos, nos lo pasábamos pipa. Hicimos nuestro propio repertorio. Qué tardes de cantar, bailar y reírnos.
Apenas llevábamos un tiempo siendo compañeros y nos hicimos inseparables gracias a la música. Incluso ensayamos y cantamos todos juntos en la comunión de mi hijo Diego. Que serios estaban, cuantos nervios. Pero lo hicieron genial!!!! Y en la boda de Muriana!! Aunque ya no seguimos con el coro por distintos motivos, seguimos siendo compañeros y no podremos olvidar esos momentos, tan buenos para mí y yo creo que también​ para ellos.
Actualmente, estoy dando clases de guitarra, unos 12 o 13 adolescentes y unos 5 o 6 niños y a Antonia una mujer con mucho tesón. Me ayuda un gran amigo, Juan Carlos Segura y mi hijo. Si hijo Diego ,que ha decidido tocar también la guitarra y ayuda a sus amigos  a aprender.
Gratis, por si alguien se quiere apuntar, lo que gratis recibí, gratis lo he de dar...Dándoles todo lo que yo he recibido estos años. Los miro y me veo yo hace 35 años…35 añazos ya.
Me veo jubilado,  montando un coro de jubilados cantando villancicos o canciones regionales…jejejeje, se aceptan solicitudes
Ya veis, en mi cabeza o  una gran parte de ella, está llena de música. Mi hijo Diego dice que siempre tengo una canción para cada frase que decimos...me tengo que moderar.

Mientras el cuerpo aguante y la garganta, creo que os seguiré dando la lata: Aquí un cantarín, aquí un trovador, aquí alguien dispuestos a llenaros el corazón.


viernes, 31 de marzo de 2017

UN NUEVO MUNDO: SER PADRE, UN AMOR DE HIJO
Otro plato fuerte en mi vida ha  sido ser padre. Quiero hablaros con la mayor sinceridad, siempre desde el corazón.
El día que nació Diego, 25 de Mayo del 2002, fue un día raro. Lleno de emociones encontradas. Me explico. Salimos por la mañana dos de casa, Pilar y yo. El ginecólogo nos había citado a las 9h en el hospital para una cesárea programada. Sobre las 14,50 nació Diego, me lo pusieron en los brazos y fue un momento maravilloso y, a la vez, raro. Me quedé inmóvil, no sabía qué tenía que hacer con aquel niño que se chupaba el dedo y lloraba. Sí, lloraba y mucho. Le pusieron nada más nacer un gorrito y una manta térmica para que no perdiera calor y así me lo entregaron. Nació con unas manchitas en el bracito y el entrecejo, unos angiomas. Confieso que tardé en reaccionar, había leído tanto sobre el momento del parto, recordaba tantas y tantas anécdotas de lloros, gritos y emoción…. Y yo, allí, inmóvil, sin saber qué hacer. ¡Qué imbécil!  Xavier Buxó, el ginecólogo amigo nuestro que nos atendió durante el embarazo y el parto, me dijo: “¡Ya eres padre!”. Entonces reaccioné, abracé a Diego y se lo puse encima a Pilar, ¡qué momentazo!
Era pequeñito, más de lo que medían las ecografías, que nos hacían esperar un niño gordito, pero fue un niño más bien largo, pero no muy pesado.
Se lo llevaron para lavarlo y hacerle las pruebas  de neonatos, y nosotros nos instalamos en la habitación. Nació en el Hospital de Barcelona, en esto Pilar me dejó decidir. Fuimos por privado, o sea de pago, con los antecedentes de Pilar de su cáncer y demás, quería que estuviese lo mejor atendida posible y así fue.
A Pilar, le pusieron unos puntos  y varias grapas en la incisión que le habían hecho, y a descansar. ¡Qué valentía tienen las mujeres para ser madres! Es de admirar. Muchos de nosotros, hombres, con mucho menos, estaríamos quejándonos como si no hubiese un mañana.
Más tarde, subieron a Diego lavado y peinado, era muy guapo, tan pequeño, tan indefenso. Estábamos alucinando mirándolo, cuando de repente nos bajó a la realidad: ¡cómo lloraba, qué pulmones! ni Plácido Domingo... Ya sé que pensaréis que exagero, pero os pondré un ejemplo para que veáis lo que lloraba: las enfermeras de la nursería se lo llevaban el tiempo justo para pesarlo, lavarlo y nos lo traían enseguida  a la habitación, porque tenía a los demás recién nacidos alborotados con sus gritos. Eso sí, era el más espabilado. Al tercer día de estar en el hospital, lo tumbábamos boca abajo y mantenía la cabeza erguida perfectamente con los ojos bien abiertos, no se quería perder nada de lo que pasaba.
A raíz del nacimiento de Diego, me envolvió una mezcla de sentimientos, que no sé muy bien cómo describirla. Habíamos llegado dos, y nos marchábamos a casa tres. Ser padre es maravilloso, pero lleva implícita una serie de responsabilidades que me cayó como una especie de losa encima: mantener a la familia, saber educar al niño, etc., y padre se es para toda la vida. Sería yo capaz de llevar adelante todo eso?
Volvimos a casa después de 5 días. La familia estaba encantada. Diego es el único, sobrino y nieto por parte de mi familia.
He de reconocer que los primeros meses fueron durísimos, sobre todo por la noche. Diego no podía dormir bien, según decían los médicos su intestino estaba poco maduro y, al comer, le dolía mucho la tripita. Y lloraba y lloraba, no podíamos descansar…fue muy duro. Por lo demás, era un niño muy bueno, se reía muchísimo, era muy vivo.
Aprovechamos nuestro gusto por la música con él, le cantábamos nanas para dormir, lo tranquilizábamos con musiquilla. Yo lo bañaba cada tarde, estábamos los dos deseando que llegase la hora. Lo bañaba los primeros meses en la pica del lavabo que era muy grande. ¡Cómo le gustaba el agua, qué manera de salpicar! Pilar lo cuidaba todo el día, y ese era nuestro ratito de padre e hijo.
Pilar había trabajado hasta que se le acabó el contrato, justo cuando nació Diego. Entonces me propuso trabajar en casa cuidando de Diego y no dejarlo en ninguna guardería o implicando demasiado  a otras personas en su cuidado.Y así lo hicimos. Eso significaba que el único sueldo que entraría en casa era el mío. Vivíamos de alquiler y con un sueldo sólo teníamos el dinero justo para pasar el mes. Voy a ser más concreto. Yo cobraba 1200 euros al mes, pagábamos de alquiler 400, o sea que teníamos que pasar todo el mes con 800. Ibamos justos, no, lo siguiente.
Pero éramos muy felices. Pilar, trataba de administrar el dinero que teníamos, y aún nos daba para salir los sábados al campo o a la playa. Eso sí, nada de restaurantes, los bocatas de Pilar y el pecho para él o papillas preparadas por ella para la ocasión.
Oye, ¿por qué cuando somos padres nadie nos da un libro de instrucciones? Cuando los niños son pequeños y lloran, has de interpretar lo que les pasa: caca, pipi, hambre, fiebre, los cólicos,… Yo no sé vosotros, pero yo pasaba unos nervios que tela. Pilar, como siempre con más sentido común que yo, me tranquilizaba y me ayudaba a no alarmarme ni ponerme histérico.
Me gusta mucho recordar mi regreso cada día del trabajo, cuando él tenía pocos meses. Yo llegaba a la portería donde vivíamos, picaba en el timbre y Pilar lo sacaba a la escalera. Era un 5º sin ascensor, yo desde abajo le silbaba y él se ponía súper excitado y nervioso, esperando a verme. Cuando yo llegaba al piso, estaba esperando en el descansillo, con una sonrisa que le ocupaba toda la cara y unas ganas de verme, que eso le quita el sentido al más plantado. Aunque cansado del trabajo, me tiraba al suelo para jugar con él. Me he perdido muchas cosas importantes, profesionales, partidos de fútbol interesantísimos, convenciones, etc. y a todos les decía lo mismo: quiero estar con mi familia. Así eran nuestros ratos. Mientras, Pilar aprovechaba para hacer cosas que no había podido hacer por estar al cuidado de Diego.
Un acontecimiento de los primeros meses de Diego que me marcó fue el momento de cambiarlo de habitación, más o menos a los 5 meses. ¡Qué decisión! A nosotros nos pareció lo mejor para todos, pero a Diego, rotundamente no. ¡Qué manera de llorar, qué gritos, qué pulmones! Cómo éramos padres primerizos sin ninguna experiencia, empezamos a preguntar qué hacer y nos aconsejaron el método Estivill. No sé si lo conocéis, pero yo llegué a pensar que era un método de tortura nazi. El método en cuestión  consiste en ir espaciando el momento de entrar  a ver al niño, mientras él no para de llorar. Se trata de no reaccionar según él espera con su llanto. Mi cara era un poema, cada vez lloraba más fuerte y yo quería salvarle, pero no debía; es una lucha psicológica entre los padres y el niño. Pasamos unas noches, cómo lo diría para no ser grosero…matadoras. Cuando por fin conseguíamos que se durmiera, nosotros estábamos para el arrastre.
Al final vencimos, aunque cada vez que había vacaciones o se ponía malito, después teníamos que hacerle un recordatorio.
Diego era encantador, siempre sonriendo con la boca abierta, llamando la atención de los todos, pero sin ser pesado. Empezó a andar muy pronto. Menos mal. Antes de caminar a ratos iba en un taca-taca y corría por el pasillo como Fernando Alonso. Recuerdo cómo giraba para dar la vuelta en el pasillo, era un panzón de reír.
Pilar lo acostumbró a todo, comía de todo, le gustaba todo. Jugaba, se divertía, a pesar de ser hijo único, jamás lo veíamos aburrido.
Empezó a comer solo muy pequeñito, le poníamos en una sillita cogida en la mesa y mojaba sus galletas en leche que era un primor.
Sus juguetes preferidos eran palos de madera a los que él, con su imaginación, les daba diversas utilidades. Todo le fascinaba. Pilar con paciencia le explicaba todo sobre los bichos, las plantas, ventaja de ser bióloga. Por las noches, leíamos cuentos  y rezábamos con él, ¡qué buena era esa hora de estar metidos los dos en su camita! No lo cambio por nada. Me habían hecho alguna buena oferta para cambiar de trabajo, pero en cuanto me ofrecían más dinero a cambio de viajar, lo tenía clarísimo ¡NO! Sólo iba a tener una oportunidad de ser padre, y os aseguro que la quería aprovechar al máximo.
Diego iba creciendo y siempre hacíamos muchas cosas los tres juntos. Nos lo llevábamos a todos sitios, se amoldaba perfectamente. Lo que más le gustaban eran los animales. Y esas eran nuestras excursiones. Ir a sitios bonitos, si podía ser, donde Diego viese animales. Cuando viajábamos a Francia, a él lo que más le gustaba eran los hoteles y el  Quick, una especie de Burger King, pero francés. Era una risa verlo jugar con niños franceses, sin tener ni idea del idioma, pero, cosas de niños, se entendian perfectamente.
Siempre ha sido un todo terreno.  Recuerdo otro día en Diciembre en que estábamos en la puerta de un Mercadona recogiendo alimentos para los pobres, y no nos podíamos ir, hacía frío y no teníamos comida para él. Pilar lo abrigó bien, entró en el Mercadona y ese día comió un potito frío...Él estaba con una juerga, encantado. Andaba lo que hiciera falta, sin cansarse. Cuando se caía, era más duro que el cemento, enseguida se levantaba, se sacudía y seguía.
Fue creciendo y empezó p3 en el cole. El primer día, para mí fue como ir al matadero. Se quedó llorando, no quería ir al cole sino quedarse con nosotros. Y yo, como un padre súper protector, pensaba que aquellas profesoras y el sistema eran cosa de brujas.
Fueron sonados los siguientes días, se agarraba de mi pierna y no quería soltarse, me gritaba: ¡papi, no me dejes aquí!, ¡papi, que me voy a portar bien! Yo me iba a casa como si hubiera hecho algo gravísimo! ¡Dejar a mi hijo en el cole!
Cada noche me acostaba con él en su cama y durante un buen rato leíamos a Mortadelo y Filemón, nos reíamos muchísimo. Muy pronto empezó a leer sin que nadie le enseñara, y él hacía de un personaje y yo de otro. Y un día su señorita nos llamó para decirnos que quería hablar con nosotros, fuimos con cara de preocupación y nos preguntó:¿sabéis que vuestro hijo lee letra minúscula sin que le hayamos enseñado? Respondimos que sí, en casa leía los cuentos en letra minúscula con nosotros. Ella extrañada, nos comentó que ninguno en clase leía todavía, nos encogimos de hombros y nos marchamos, no sin antes, darle las gracias. Diego ha ido siempre en algunas cuestiones muy adelantado.
Sucedió que, con 4 años, un vecino le había gastado una broma pesada con su perro, y consiguió que Diego le cogiese pánico a los perros. Decidimos entonces comprarnos uno, y después de mucho deliberar, nos decidimos por un Golden Retriever. Lo fuimos a comprar al Montseny y lo trajimos pequeñito. Diego lo bautizó con el nombre de Blinki, por el protagonista de unos dibujos animados que  le gustaban mucho. Blinki todavía está con nosotros, es uno más de la familia. Viene con nosotros a todos sitios. Con su carácter se hace querer: cómo recibe a las visitas, cómo trata a los niños que vienen, es un encanto de perro.
Diego era un niño feliz, cuando sucedió algo que no quiero pasar por alto, y que nos marcó a toda la familia. Unas semanas antes de cumplir 6 años, empezó a decir por la noche que no quería ir al colegio, nos costaba horrores que se durmiera, empezamos a notar cambios que nos preocupaban, hasta que nos enteramos de que había un niño le pegaba. Eran pequeños, tenía todavía 5 años, y un compañero suyo de clase había puesto sus ojos en él y no le dejaba en paz. Pasamos un calvario que no hemos podido olvidar. Diego sin querer ir al colegio por miedo a ese niño; la profesora, como pasa en estos casos, negándolo todo; el colegio, mudo. No sé cuántas reuniones tuvimos para tratar de que cambiase la situación. La profesora intentaba defender lo indefendible, sentíamos que el niño que protegían era el otro. Parece ser que era un niño que estaba yendo al psicólogo, y según ellos ya se estaba solucionando el tema. Pero nuestro hijo volvía a casa llorando contando que le había tirado el desayuno por la espalda, o pegado una colleja o alguna cosa más. A espaldas nuestras, la psicopedagoga del centro, en una maniobra que jamás entenderemos, hizo un interrogatorio a nuestro hijo, con esa edad, con preguntas más destinadas a culparnos a nosotros que a solucionar el problema. Monté en cólera, fui al colegio y monté un pollo importante. Ahora parecía que nosotros éramos los problemáticos.
Los colegios no quieren líos, a veces o no saben o no tienen los medios para solucionarlos, intentan taparlos, ridiculizando o frivolizando el sufrimiento del niño que lo pasa mal y de sus padres. Diego comenzó ciclo con otra profesora, y pasó dos cursos bien con ella, parecía que aquella profesora controlaba mejor la clase y el tema empezaba a solucionarse; pero al siguiente ciclo volvió a tener la misma profesora y pasamos un curso muy tenso con ella. Diego ya era más mayor y buscábamos entre los tres la manera de que no nos hiciera daño. Teníamos claro que la profesora lo hacía mal y no iba a cambiar, así que la decisión al final de ese ciclo fue cambiarlo de colegio. Mano de santo, se acabaron los problemas y las tensiones. Desde entonces mi hijo volvió a ir feliz al cole y volvió a ser un alumno brillante.
Un consejo que os doy es que estéis atentos a los signos que dan los niños. A él no se le han olvidado los episodios que he narrado, a nosotros tampoco, pero no han dejado en él ninguna secuela, gracias a Dios.
Nos cambiamos de lugar de residencia, todo era muy nuevo. Seguía siendo un niño encantador, alegre, soñador. Enseñé a mi hijo a jugar al fútbol, a montar en bici, a saltar a la comba, etc., como cualquier padre. La parte de los estudios la llevaba su madre. Yo era el de las físicas. Diego iba creciendo y nos pidió jugar al fútbol. Eso hicimos, lo apuntamos y nos sacrificamos durante dos años para que él fuera feliz haciendo lo que quería. Tenía dos días de entreno a la semana, partidos los sábados a horas intempestivas, con frío y lluvia, pero estábamos a su lado. Cada tarde iba con él a jugar al campo de fútbol, le enseñé a jugar de portero, que era lo que a él le gustaba. Aproveché mis años de portero de balonmano y de fútbol sala para pasarle mis conocimientos y dedicarle tiempo con un gusto increíble, quitándome de mis cosas, y...con cansancio al día siguiente, pero ¡bendito cansancio! Cuando le cambiaron de categoría, no le gustaba el ambiente y decidió dejar el fútbol. Respetamos su opinión…Tengo que ser sincero…¡qué alegrón! ¡Se acabaron esos madrugones los sábados!
Otro capítulo muy importante fue su comunión. Queríamos que fuese un día muy importante primero para él y segundo para todos nosotros. NO queríamos que la hiciese por sus regalos, o por su traje, o porque los demás la hacen. Siempre le hemos inculcado que las cosas hay que hacerlas de corazón, sabiendo bien lo que se hace, conforme a su edad, claro. Y así tratamos de hacerlo. Pilar le diseñó y cosió un alba blanca, sencilla y muy bonita, una cruz mediana, también sencilla, con un cordón sin oro, ni nada que estorbara ese día. La primera comunión la hizo durante una Misa para él, los familiares y los amigos. Sencillez era el lema. La preparamos a su gusto. Nos pidió leer una lectura de la Misa y,  así se hizo, a sus 9 años leyó perfectamente un fragmento de una carta de S. Pablo. Pilar y yo nos encargamos de los cantos, junto con el coro formado por amigos y compañeros de trabajo de Ken. Las canciones, muy bonitas, a todos le salieron muy bien las voces, fue una gozada.
La celebración la hicimos en casa, unas 72 personas, un pica-pica y la guitarra. Nos lo pasamos muy bien. Diego disfrutó muchísimo de sus abuelos, yayos, tíos y primos y de todos sus amigos y de los nuestros. El pastel lo había hecho Pilar decorado con pasta de azúcar, era espectacular,  y a Diego le encantó.
La cruz que llevaba la guardamos y, ese mismo verano, fuimos a Lisieux a llevarla a Sta. Teresita para darle gracias por todo. Era la tercera vez que viajábamos allí: de novios para pedir su intercesión, de casados con el ramo de novia, y ahora con la cruz de la comunión de Diego. Alguna más tenemos pensada para el futuro.
Desde entonces ya han pasado casi 6 años. ¡Qué rápido pasa el tiempo! He tenido que seguir aprendiendo a ser padre. Me vais a entender todos los que tenéis hijos. Van creciendo, ya no son niños, tampoco adolescentes, ni adultos, pero ellos se sienten mayores. En fin, una continua adaptación mutua. Nunca ha sido demasiado problemático, como todos, con sus defectos y virtudes. Siempre hemos preferido razonar las cosas con el. En asuntos económicas siempre le hemos educado en la moderación. Cuando todos en su clase tenían la playstation, el no. La compramos de segunda mano cuando ya no era tan novedosa y la economía familiar se lo pudo permitir. No tenía móvil, ahora con casi 15 años, comparte el móvil conmigo. Cuando realmente lo necesita, se lo lleva. Si no, lo tenemos en casa. Os puedo asegurar que no es racanería nuestra. Es que con un sueldo hoy en día no se pueden hacer milagros y porque nuestra manera de vivir siempre ha sido esta, moderación, vivir con lo necesario, con sencillez. Si  conocéis a Diego es un chaval feliz. Sin muchas de las cosas materiales que tienen amigos y compañeros suyos. A cambio, intentamos darle otras, por ejemplo, tiempo para estar juntos (sí, aun siendo un adolescente de 15 años, seguimos haciendo cantidad de cosas juntos). Una de sus mayores ilusiones era visitar lugares que salían en su juego preferido de la PlayStation: Call Of Duty, ambientado en la II guerra mundial. Dicho y hecho. Pilar montó una ruta siguiendo el juego: fuimos con él a  Normandía a las playas del desembarco, a Pointe- du-Hoc, Saint-Mère- Eglise, etc. Estaba súper emocionado, y nosotros también viendo su entusiasmo y su ilusión cuando hablaba, explicándonos cosas en los museos, en el cementerio americano que tanto nos impresionó. Dejadme que os explique una de tantas cosas que vimos. Había una familia con un señor muy mayor poniendo flores en una de las miles de tumbas que hay de soldados que murieron en el desembarco. Pocas veces he sentido un silencio así, por la edad del señor  debía un excombatiente. Los tres estábamos en shock. Los paisajes normandos son maravillosos, todo verde, bosques impresionantes. Dormíamos en una casita muy bonita, con burros, gallinas etc. en medio de la campiña francesa, de película. Comíamos de bocata o de mercados de la región, cosas muy ricas y sencillas: pan, queso, fruta, paté...
Veis lo que os quiero transmitir. A Diego le encantó, no tiene lo último en tecnología, no tiene lo último en ropa o en calzado; pero hemos procurado que tenga cosas que creemos que le van a enriquecer toda su vida: conocer gente nueva, otras costumbres, otra gastronomía, apreciar lo sencillo, la naturaleza,...Me gusta aprender a vivir sin que las cosas me aten: poder prescindir de todo lo material, que es eso, material; y cambiarlo por cosas que se toquen o no, “alimentan” el espíritu: una flor, una fruta fresca, una buena comida, un trago de aquel vino, o de aquel agua, un rato de oración sincera, un abrazo, observar un amanecer o atardecer, darse a los demás, etc. Eso es lo que intentamos transmitir a nuestro hijo. Yo voy aprendiendo a ser padre así. No quiero dar una lección a nadie, cada uno conoce su realidad y toma sus decisiones.
No nos pide dinero nunca. Hace tiempo quisimos darle un dinerillo para que aprendiese a gestionarse, pero al final nos dijo que él iba ahorrando de los que le daban en sus cumpleaños y que  sólo nos pediría si necesitaba algo. Hablamos muchísimo los tres, es un chaval muy consciente de todo. No siempre estamos de acuerdo, así que intentamos llegar a un punto común.
Otra cosa que hago a menudo es pedirle perdón cuando me equivoco. No me duele en prendas reconocer que le he regañado porque yo tenía un mal día. Automáticamente le pido perdón, le doy un beso y un abrazo. Sí, yo pido perdón a mi hijo. Soy imperfecto como padre y si meto la pata, creo que es de justicia reconocerlo. ¿Qué hace él? también tiene días y momentos malos, y él también, sin dejar pasar mucho tiempo, viene y nos pide perdón con un beso y un abrazo. Es lo que ve en el día a día. No somos una familia modélica, cometemos muchos errores, discutimos, nos enfadamos, la cagamos. Pero tenemos una cosa muy buena, nos queremos mucho. Y eso, amigo, eso es lo más importante. Tratamos de solucionar nuestras cosas, a veces con nuestros criterios, otras usando los consejos de otros, pidiendo siempre a Dios la luz para saber qué hacer.


Este verano quiso aprender a tocar la guitarra. Prometo que aunque yo la toque y su madre también, nunca le incitamos a ello. Cuando lo pidió, le dejé una guitarra vieja mía y con ella aprendió. Una vez más, como cuando era más pequeño, he estado a su lado enseñándole; pero, como siempre, el “alumno” se lo ha currado, lo ha conseguido por sus propios medios. Ante un esfuerzo así , no queda otra que premiar su determinación: “Ya sabes tocar, ya puedes tener tu propia guitarra”, regalada por la familia para el día de Reyes. Una guitarra que espero le dé muchas alegrías. Ahora nos ponemos a tocar los tres y disfrutamos muchísimo. ¡Es una gozada!


Espero, haber podido transmitir lo que quería:
Que ser padre, aunque me hace sentir una responsabilidad que a veces me supera, es lo mejor que me ha pasado, después de conocer a Pilar.
Que ser padre es una aventura maravillosa.
Que tengo una gran mujer que, mientras aprende a ser madre, me ayuda a ser padre.
Y que tenemos un hijo maravilloso, imperfecto, pero yo creo que muy feliz. Un hijo que aún es muy jóven, pero quién sabe si, dentro de unos años, y si Dios quiere, el mismo os cuente cómo me va como padre.

Un besazo a ese grandullón de casi 15 años, del que estoy y estamos tan orgullosos: Diego.